OPINIÓN
Nuestra sociedad gaseosa
Ya no queda apenas rastro de ideas o creencias espontáneas: son cada vez más efímeras
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Iniciar sesiónInternet, especialmente las redes sociales, se ha convertido en una especie de tribunal público, donde todo el mundo condena según lo que siente, de forma visceral. Se derraman emociones en un afán de notoriedad y desahogo, como una forma de reclamar una justicia que no ... se percibe —o no se experimenta— en la vida personal.
Es bien sabido que de ello se alimentan los mayores populismos. Las organizaciones —criminales o no— que ostentan el poder nos conocen mejor que nosotros mismos. El panorama es desalentador, sobre todo para aquellas personas que no se fían de la primera impresión, que desean estudiar con detenimiento sus opciones antes de decidir qué idea apoyar. Es aún más difícil para los ciudadanos bien formados que creen en una sociedad basada en la concordia. Esa sociedad que cada vez es más volátil, más efímera.
Léanse, para profundizar en este tema, Mundo volátil: cómo sobrevivir en un mundo incierto e inestable, del filósofo Francesc Torralba. Es una suerte de complemento a esa «sociedad líquida» que tan bien describió el gran intelectual Zygmunt Bauman.
De lo líquido, lo fluido, lo poco consistente, hemos pasado —ciertamente— a lo gaseoso. Ya no queda apenas rastro de ideas o creencias espontáneas: son cada vez más efímeras. Y me surge la pregunta: ¿sobre qué sustentamos el mundo actual?
Dense una vuelta, pues, por cualquier terraza, cualquier conversación más o menos larga, cualquier artículo o publicación en redes sociales. No hay sustento. No hay retorno al valor. Y lo más preocupante: no hay ni un mínimo de dignidad ni de reivindicación de aquello que ya ha sido probado, lo verdaderamente sustancial.
En cualquier ámbito en el que nos movamos —laboral, social, profesional, incluso en el ocio— parece como si nos sustentáramos sobre la nada. Y es fácil, relativamente cómodo en este mundo gaseoso, faltar a toda clase de compromisos más o menos respetables. No tenemos integridad y aceptamos cualquier cosa o testimonio que remueva nuestras pasiones, sin entrar a valorar, sin utilizar eso que siempre se ha llamado juicio crítico.
Somos sustancias gaseosas, perdidas en un espacio de incertidumbre.
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