OPINIÓN
El precio de la verdad
Que el capo de la mafia más letal de tu país te señale, que se sepa que ha ordenado tu ejecución y la de tus guardaespaldas, dejaría en vilo a cualquiera
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Iniciar sesiónLa imagen es desoladora: el escritor Roberto Saviano apoya los codos sobre una de las mesas del tribunal, inclina la cabeza y rompe a llorar desconsoladamente.
Pareciera que hubieran condenado a él, que lo hubieran sentenciado a décadas de cárcel, pero nada más lejos de ... la realidad. Quizá llore de alivio: al fin se ha liberado del yugo de la mafia, de la amenaza constante, de la cárcel invisible en la que ha vivido durante los últimos veinte años.
Fue en 2006 cuando el autor saltó a la fama con su novela Gomorra. Lo que se convirtió en un éxito literario rotundo acabó siendo también su condena hasta hoy. El escritor ha pasado nada menos que dieciséis años vigilado y con escolta privada por haber sido señalado por el clan italiano.
«Me han robado la vida», decía entre sollozos, casi entre gemidos de desesperación, aunque también, quizá, con un atisbo de alivio. En el temblor nervioso de sus piernas y en el lamento de sus palabras se esconden décadas de sufrimiento y represión. Recuerdo perfectamente muchas de sus entrevistas, en las que ya se traslucía un estilo de vida apartado de los asuntos sociales, con presentaciones contadas y centrado en el deporte. Creo recordar que practicaba mucho boxeo, casi con una disciplina monacal.
Y no es para menos: que el capo de la mafia más letal de tu país te señale, que se sepa que ha ordenado tu ejecución y la de tus guardaespaldas, dejaría en vilo a cualquiera. Y todo por contar la verdad, además de hacerlo con la fuerza de la literatura.
No es de extrañar que el propio Umberto Eco lo considerara un héroe nacional. Cualquiera que quiera escribir desde la verdad debería repasar la historia de Roberto Saviano y su obra. Debería leerlo, interiorizarlo, conocerlo. Entender lo que significa ser valiente y escribir desde las entrañas.
Pero todo tiene un precio. Y hoy, más que nunca, nos vendemos a precio de saldo.
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