Opinión
Una opción para aventureros
Y un día te levantas y miras, con una mezcla de orgullo y resignación, el desastre en el que vives
Imagino que ocurre en todos los sectores, pero quizá en los más intelectualizados se da con especial abundancia.
Me refiero a ese espacio difuso que se genera, una especie de tierra de nadie donde las responsabilidades circulan sin rumbo y, con frecuencia, terminan evaporándose hasta ... el punto de que resulta casi imposible depurarlas.
Supongo que algo similar puede ocurrir en ámbitos como el educativo. Pero hoy quiero centrarme en el sector cultural, en el mundo del libro, en el campo de la gestión cultural.
Hay quienes hablan alegremente de la gestión cultural, como si fuera algo glamuroso o importante, como si ignoraran la constante incertidumbre y volatilidad que conlleva moverse en este terreno.
En realidad, lo que muchas veces te salva es el hecho de trabajar con personas. Sucede también en sectores como el turismo o la educación: trabajar con personas puede elevarte a un plano emocional tan eufórico que se vuelve adictivo. Comunicar, escribir, hablar en público, sentarte a poner en marcha un proyecto… todo eso exige rigor y, sobre todo, honestidad con uno mismo.
Pero luego está la otra cara, la parte ingrata.
Nada es seguro. No hay un patrón replicable, ni datos fiables, ni facturaciones estables que permitan proyectar crecimiento a medio o largo plazo. Hay que tener cierto punto de locura para planificar algo creíble en un entorno donde el fomento del libro no se valora realmente. No existe una base sólida sobre la que construir un camino.
Y, sin embargo, con el paso del tiempo —con los meses, los años— la experiencia te va otorgando una especie de sabiduría de superviviente. Entonces comprendes que el comportamiento pusilánime, la puñalada trapera, la toxicidad que impera en el sector, son fruto de la falta de experiencia… y de humildad.
Y un día te levantas y miras, con una mezcla de orgullo y resignación, el desastre en el que vives. Porque, al fin y al cabo, ese vertedero lo has creado tú. Con constancia. Con creatividad. Y descubres que necesitas ese caos para pensar, para crear, para idear estrategias.
Has aprendido a salir de callejones oscuros donde otros se habrían rendido.
Y quizá —solo quizá— disfrutar del caos sea lo que te permita perdurar en el mundo cultural.
Ya lo decía un amigo que abandonó el negocio de la distribución de libros:
Crear empresas en el sector cultural siempre ha sido cosa de aventureros.
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