OPINIÓN
Llevaremos el IES La Barrosa al Parlamento andaluz
Mi otra vida, voluntaria y vocacional, me lleva a asumir un compromiso —como presidente del AMPA El Pino La Barrosa— con las familias con las que me cruzo en la puerta del colegio de mi hija
Yo soy activista por mis hijas.
La verdad es que esto de salir a la calle a comunicar, a convocar, a difundir… no lo había hecho nunca hasta que me han puesto en este dilema.
En teoría nos podría pasar a todos. Nos levantamos, trabajamos, ... pagamos impuestos. Vemos que los servicios no están cubiertos. ¿Y qué hacemos? ¿Insultamos por redes sociales? ¿Soltamos una diarrea verbal en la comida familiar de Navidad?
Está la otra opción, la de la gente humilde y trabajadora. Esa que tenían nuestros abuelos: una mirada reflexiva y coherente, la que te lleva a preguntarte: ¿por qué no hay un instituto aquí? ¿Por qué no hay una carretera aquí?
Ya sabéis. Mi otra vida, voluntaria y vocacional, me lleva a asumir un compromiso —como presidente del AMPA El Pino La Barrosa— con las familias con las que me cruzo en la puerta del colegio de mi hija.
Lo hago por ellas, realmente. Es como si lo hiciera por los demás padres, por sus hijos. También por los que no están, por esos que han empezado a levantarse a las seis de la mañana para coger el bus.
¿A qué hora terminan esos niños de comer? ¿A qué distancia están de sus actividades extraescolares?
Son un montón de preguntas. Y la gente de la Playa de La Barrosa —los que vivimos allí y enviamos cada año a 75 nuevos alumnos al instituto del centro del pueblo— nos las hacemos.
No somos ricos, aunque parezca que tenemos rentas altas. Trabajamos los dos en casa y nos cuesta la vida conciliar.
A mí me cuesta la vida la gestión del AMPA; a mi equipo, también. Nos cuesta la vida convocar una asamblea, una sentada, para luchar por ese instituto.
Y la triste realidad es que parece que no existimos. No conviene que existamos, aunque salgamos en la prensa.
A cada paso que doy me pregunto dónde está el límite. Hasta dónde hay que llegar para que te escuchen.
Por los hijos, llega uno al cielo si hace falta. O, en el mejor de los casos, que no nos caigamos por el camino… hasta el Parlamento andaluz.
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