Opinión

Forofa de Zara

Me ha sorprendido que Yolanda Díaz, la actual ministra de Trabajo, también sienta admiración por Amancio Ortega

Daniel Lanza

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Me considero un fiel admirador de personas como Amancio Ortega o Juan Roig. Lo soy por diversos motivos, no simplemente por su riqueza, aunque eso también sea un factor. Sin embargo, no creo que sea sana la admiración directamente vinculada al nivel de riqueza ni a la visibilidad mediática. No es necesario admirar a alguien solo porque sea famoso.

Se requiere una carga sólida de valores e integridad para prosperar de la manera en que lo han hecho estos empresarios. No nos encontramos precisamente en un país que premie el emprendimiento, la empresa y la mentalidad próspera. Personas como Amancio Ortega decidieron en algún momento de sus vidas desprenderse de su ocio y su patrimonio personal, apostando completamente por algo que solo existía en sus mentes. Una cadena de supermercados o tiendas nace primero en lo más profundo del corazón de un soñador, al igual que un buen libro o un cuadro espectacular.

Por eso, me ha sorprendido que Yolanda Díaz, la actual ministra de Trabajo, también sienta admiración por Amancio Ortega. Tal como ha comentado en una reciente entrevista, es «forofa de Zara». También se considera «obsesa del trabajo», lo cual es coherente con su cargo. Además, ha enseñado al presentador a «realizar sentadillas perfectas».

Yolanda es una ministra del trabajo llena de recursos. No solo realiza sentadillas, sino que utiliza su poder y magia para hacer desaparecer a 300,000 desempleados de las estadísticas generales, como si trabajara en el Ministerio del Tiempo, transportándonos unas cuantas décadas atrás. Aunque es cierto que ubicarnos en el pasado de España para tener una estadística buena de empleo sería complicado. Además de las sentadillas, reduce la jornada laboral y crea condiciones perfectas para fomentar el empleo, con el pequeño inconveniente de que tal vez no haya empresas abiertas para poner en práctica esas brillantes ideas en el futuro cercano.

Mientras tanto, la turba decepcionada la crítica en redes. Mucha gente confió en su discurso y sus ideas. No es lógico tener ideas comunistas y al mismo tiempo elogiar la figura del empresario prospero, el empresario capitalista que fabrica en países en vías de desarrollo. Se sienten traicionados porque la ministra antes era comunista, o al menos eso parecía.

También pienso que todos deberíamos tener la oportunidad de cambiar de opinión en la vida, por muy radical que parezca. La vida nos cambia para bien y para mal. La gente evoluciona, cambia de trabajo, a veces gana más dinero, al igual que Amancio Ortega. Igual que Yolanda Díaz.

Seamos realistas, no se consume de la misma manera con un sueldo de unos dos mil euros, en el mejor de los casos, que, con un sueldo de ministro, que ni siquiera me he molestado en buscar, pero debe ser mucho más alto que el de un dependiente de Zara. Dudo que la ministra se vista de Zara, al menos los bolsos parecen caros. No entiendo de eso, vaya.

Pero lo que sí entiendo es algo muy básico. Se nos ha privado a los españoles de la capacidad de pensamiento crítico, porque parece que debemos aceptar cualquier tipo de disonancia creada por la gente que nos gobierna. La política se inmiscuye cada vez más en cada rincón de nuestras vidas. Nos dicen qué debemos comer, qué debemos pensar, qué debemos sentir. Nos dicen de todo mientras ellos se pasean de televisión en televisión intentando demostrar una cara «cercana» y «amigable», para que no se note mucho el desastre. Vaya papeleta que nos ha tocado.

Hay algo que creo que une a Yolanda Díaz y Amancio Ortega, y es la capacidad que tienen de obtener algo muy barato, transformarlo y venderlo al mundo como algo de primera necesidad. Y sobre todo al precio que ellos quieran.

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