OPINIÓN
El filósofo coreano ese
Nos autoexplotamos y derivamos en una sociedad del cansancio: enferma, agotada, sentenciada a participar en un bucle que no nos deja escapar de la obligación
Hay varias cosas que caracterizan fuertemente a Byung-Chul Han, el filósofo coreano afincado en Alemania que ha recibido recientemente el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Una de ellas es la claridad con la que transmite sus mensajes.
Si ya de por sí la filosofía pierde atractivo —debido, entre otras cosas, al poco interés que despierta entre unas masas cada vez más adormecidas—, resulta realmente meritorio que un pensador tan pintoresco haya conseguido llegar a una mayoría cada vez más atraída por sus ideas.
Somos esclavos del sistema, y él lo explica sin prejuicios, con argumentos. Sin detenerse realmente en culpables ni en traducir los poderes ocultos que nos llevan a rendir pleitesía. Nosotros, la población mundana, participamos de esa esclavitud voluntaria.
Lo llevamos muy dentro: hemos convertido cada centímetro de nuestro ser en una especie de energía en movimiento que demanda más producción, más eficiencia. Ni siquiera tenemos como fin último la necesidad de amasar fortuna, de ahorrar o invertir, tal y como promovía en su momento un recién nacido capitalismo.
Byung-Chul Han nos habla de algo más allá de las consecuencias puramente sociales de un sistema cada vez más abrasivo. Habla del papel que juega el ser humano dentro del sistema y del significado que le da a todo lo que ocurre. Porque, ¿somos conscientes de que debemos darle un sentido a las cosas y a las causas?
Y me pregunto también: ¿hay un espacio a lo largo del día en el que pudiéramos plantearnos todas estas preguntas? La respuesta la sabemos todos, aunque no nos gusta admitirla: no existe ese espacio personal. La sociedad del rendimiento —digitalizada, productiva— no nos permite cuestionarnos nuestro día a día.
Nos autoexplotamos y derivamos en una sociedad del cansancio: enferma, agotada, sentenciada a participar en un bucle que no nos deja escapar de la obligación. Una sociedad cansada.
Creo que este premio ha llegado en el mejor momento, para darle la visibilidad necesaria a un filósofo que cuestiona un sistema interno que solemos pasar por alto. Dejemos atrás las consecuencias, las desigualdades generadas por este sistema, y empecemos a filosofar, a recuperar el espacio personal que nunca debimos perder. Porque es ahí donde está el verdadero progreso del ser humano. Siempre ha sido así.
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