Opinión
Asesinatos en El Puente de la Constitución
Desde hace un tiempo, la literatura local ya no es exclusiva de pequeñas editoriales con círculos y mercados limitados que les sirven como campo de acción
Más que complicado, es laborioso el proceso de crear, escribir y terminar una novela. Surgen dudas existenciales durante su elaboración, cuestiones que no son perceptibles para el lector final si la obra está bien escrita —también sea dicho.
Pero una de las cosas que más ... me fascinan son esas historias creadas desde y para un mundo interior que se apropia de un entorno cercano, familiar, muy reconocible para el escritor. Me fascina tanto, he de decir, que por eso soy un partícipe activo y proactivo de lo que viene siendo la literatura local.
Desde hace un tiempo, la literatura local ya no es exclusiva de pequeñas editoriales con círculos y mercados limitados que les sirven como campo de acción. Quizá ni siquiera es tan «local» si la historia —aunque profundamente cercana al autor— termina publicada por un sello grande.
Hasta hace poco, gran parte de la literatura de género se centraba en localizaciones ampliamente reconocibles para cualquier lector con un mínimo bagaje cultural. En la mayoría de los casos, ambientadas en capitales y grandes ciudades.
Pero en los últimos años se le escribe a Cádiz de otra manera. Ya no tan carnavalera, sino más cinematográfica, cabría decir. Se publican novelas negras que representan una ciudad mucho más oscura, con asesinos, delincuentes y mentes criminales por doquier.
Me ha fascinado especialmente una novela que toma como símbolo popular el Puente de la Constitución, esa obra arquitectónica y emblemática tan esperada por toda la sociedad civil. La novela se titula —como no podía ser de otra manera— El puente, y está escrita de forma magistral por Ángel Osuna.
En esta obra, como digo, hay de todo lo que puede ofrecer el género: criminales, asesinos, policías al límite, drogas, prostitución... Es completita. Pero lo que más me ha impresionado de la narrativa de Osuna es su capacidad para hilar la trama con agilidad, mediante una escritura eficiente que no tiene nada que envidiar en puntería al disparo del mismísimo Guillermo Tell. Es un privilegio leer tan amplia cantidad de referencias populares en el discurso de un narrador que trata con respeto y elegancia al lector.
Publicada el pasado otoño, esta novela introduce —de manera discreta y sin hacer ruido— a un autor ya curtido en algún que otro premio. Me da la sensación de que Ángel ha pegado un puñetazo firme sobre la mesa con esta obra.