AL FILITO

Lo de Broncano

¿Qué justificación existe para que el IVA de nuestra cesta de supermercado, la factura de la luz o el coste de medio tanque de gasolina sirva para que gente improductiva se haga millonaria?

Ha sido el temita de moda de la pasada semana. El fichaje de David Broncano por Televisión Española, la pública, un ente que se alimenta de los impuestos que ahogan a cualquier desgraciado que no deba su sustento a ninguna bragueta política o cuota paritaria. ... O parasitaria, que para el caso también sirve.

Durante los últimos meses hemos ido conociendo el importe de los sueldos que percibe la élite del mamporreo y el servicio al Poder. Sirva como ejemplo significativo el salario de Silvia Intxaurrondo: 520.000 € por dos años. Y valga como reflexión la pregunta que usted se estará haciendo en este momento, estimado lector de periódicos que se entretiene en esta pequeña columna cada lunes, en un gesto que denota, cuando menos, su inquietud y su carácter de persona informada: «¿quién narices es Silvia Intxaurrondo?». Pues eso.

Servidor de ustedes dejó de mentir para las encuestas hace más de diez años. De hecho, en los últimos siete ni siquiera veo los documentales de La 2 y solo me sentaba frente al televisor los domingos por la noche para entretenerme mientras cenaba con el programa de Iker Jiménez. De hecho, me he convertido en seguidor fiel de este periodista dondequiera que aparezca y les confieso que, de vez en cuando, me dejo caer en el sillón a echarle un vistazo a ver qué sucede a unas parejas que se citan a ciegas en un restaurante cuyo maître es Carlos Sobera. El mayor tratado de antropología, sociología -y aún zoología- realizado para una televisión desde que falleció sir Richard Attemborough.

Ya pueden reírse o, si es su gusto, tacharme. Mi tranquilidad reside en que ninguna de mis frikadas les cuesta a ustedes un céntimo. Ignoro cuánto gana el comandante de la Nave del Misterio o cuánto cuesta el montaje de cada cena en la que contemplamos rituales de apareamiento propios de cualquier galaxia lejana, ni me importa. Se trata de cadenas privadas, que trincan pasta gracias a la publicidad que, entre ovni y desequilibrio psiquiátrico, nos tragamos quienes compartimos la misma tara. Con gusto.

Pero en el caso que nos ocupa se trata de la cadena de televisión pública. Esa que muchos solo sintonizamos quince minutos al año (precisamente, los últimos), para contar las doce campanadas, por dos razones: la primera, el cariño a Ramón García; la segunda: el desprecio hacia los ni-nis contratados por los demás canales. Sucede, ¡ay!, que ni siquiera este último año el bueno de Ramonchu se libró de la criba cuando le plantaron al lado, a cargo del Presupuesto, a una tipa perfectamente calificable, pero si lo desarrollo podrían aperturarme diligencias previas. Y no es mi intención.

¿Qué justificación existe para que el IVA de nuestra cesta de supermercado, la factura de la luz o el coste de medio tanque de gasolina sirva para que gente improductiva se haga millonaria? Puedo llegar a entender que al niñato del Falcon no deba faltarle whiskey caro en su mueble bar cuando lleve a su pareja (cualesquiera que esta quiera ser lo que sea) a un concierto, que al jarrón chino de La Zarzuela haya que renovarle el vestuario cada mes o que a un puñado de sinvergüenzas haya que ponerle un pinganillo para entender a su vecino, pero que un chaval -cuyo único mérito consista en ser buena gente, buenrollista y lo justamente inteligente como para haberse metido en el bolsillo a un indigente intelectual elevado a rango de Secretario de Estado- se enriquezca, a nuestra costa, por hacer un programa de entretenimiento, escapa a cualquier defensa. Y miren si a lo largo de mis veinticinco años como abogado habré tenido que hacer piruetas…

Nuestra policía está desprotegida. La atención sanitaria clama al cielo. La Justicia carece de medios, personal y calidad. No hay dinero para atender a los enfermos de ELA y la situación de nuestros pensionistas es para asaltar los palacios de verano. Pero a Broncano vamos a pagarle 14 millones de euros.

Y ahora vendrá su pregunta del millón: ¿Quién diantres es Broncano?

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