Opinión
El pudridero
Todo tiene una primera vez, una primera impresión que no tiene marcha atrás, esa que nunca puede repetirse
Para todo en la vida existe una primera vez. Esa que se fragua a fuego lento en tus sentimientos. Recordar las primeras veces de todo lo ocurrido a lo largo de nuestra existencia no es tarea fácil, pero sí hay momentos en los que esos ... trances, entre la añoranza y la nostalgia, brotan a borbotones. Desde las confidencias de los amigos de pupitre a los primeros escarceos pandilleros. Desde el primer beso robado a las cálidas noches veraniegas. Desde el primer sueldo a ese amor juvenil que pudo ser y no fue. Desde cuando te enamoraste a lo que vino después. Desde el primer baño de mar a la primera vez que vistes la nieve. Desde el primer balbuceo de tus hijos a la mirada cómplice de tus nietos.
Todo tiene una primera vez, una primera impresión que no tiene marcha atrás, esa que nunca puede repetirse.
En la vorágine política en la que estamos instalados estos días me ha venido a la memoria el primer viaje escolar a Madrid, último curso del bachiller elemental. La visita cultural, por definición, a la capital de los Austrias tenía obligatoriamente que se completada con una escapada al Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial. Entre sus múltiples misterios recuerdo una sala inmensa, en semisótano, de piedra natural oscura, de planta redonda, a la que llamaban «El Pudridero». Allí se hallan los cuerpos de los Reyes y Reinas de España, a la espera de ser trasladados al Panteón de Reyes.
La podredumbre real de toda materia orgánica en descomposición se convierte en corrupción moral, cuando de manera perversa e inmoral se usan las corruptelas, con el único fin del enriquecimiento personal. Conforme se asciende, en ese tan manoseado ascensor social, las posibilidades de oler a podrido se acentúan. Los tres poderes del Estado continúan defraudando a la ciudadanía. La política en nuestro país es un puro teatro, en el que los ciudadanos ni siquiera somos meros espectadores con derecho a mostrar nuestra opinión, sino que nos han convertido en meros figurantes sin voz ni voto. Todas las propuestas de medidas de regeneración tienen un plazo tan corto que caducan antes de ser implantadas. Los principios de igualdad, mérito y capacidad no se aplican a nuestros gobernantes. Los estrictos requisitos en la selección de personal no han llegado a nuestros partidos políticos. La realidad siempre superará a la ficción. Como anticipo recomiendo ver la serie de Netflix «El legado». Los infiernos de la miseria, que describe Galdós en su obra «Misericordia», son los que rescatan a esa clase que se dice pudiente y gobernante, y que ningunea a la que le deben todo.