OPINIÓN

Palabritas menuas

Mucho me temo que la jindama y el jindoi volverán a hacer de las suyas

Antonio Ares

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Después de un garbeo gaditano una caterva de chaveas irrumpió en la casapuerta como si les fuera la vida en ello. Camino del patio de la casa de vecinos, chillaban «a la leva a la leva, al que lo coja se lo lleva». El jaleo despertó de la siesta a muchos vecinos. La casera, que también estaba deja de caer, los interpeló. –No son horas para tanta pelotera. El más chico de los pibes le respondió. –Señora, déjese de monsergas, los niños tenemos derecho a jugar. A lo que ella le respondió. –Tú lo que tienes son muchas palabritas menuas.

Estos días nuestra ciudad se ha convertido en una enciclopedia al aire libre. Donde echaras un vistazo te sucumbías en un léxico tan propio que, por conocido y usado, no es valorado. Balcones y ventanas, escaparates y cierros, lo público y lo privado, han dado riendas sueltas a la idiosincrasia sin par de nuestro verbo. Los alrededores de los colegios, más los públicos que los privados y concertados, se han colmatado de palabras y acepciones de nuestro acervo. Barrilete, calicha, cotufa y cundi, daban la vuelta al Colegio de San Rafael. Picaito, lavaero, refino, josifa, chamaco o achocao ocupaban el frontal del Colegio de La Caleta. Nuestra Plaza, últimamente conocida como Mercado, se ha maqueado luciendo las joyas verbales recuperadas por el maestro Pedro Payán. Entre alcauciles romanos y chícharos de Chiclana se va a debatir si solo lleva tilde o no. A la vista de mojarras, chapetones y muergos se disertará sobre la incorporación al diccionario de la RAE de una nuevas acepciones y el consenso sobre anglisismos y otras charlatanerías foráneas. Entre chicharrones y gandinga, y al olor de manteca colorá con zurrata se establecerán diálogos con mestizos de la lengua venidos de la otra orilla. Lo mismo hemos podido ver a académicos y académicas comiendo churros con azuquita que al Rey «encajonado». Si el habla es el vehículo de la comunicación, el español es la lanzadera de una cultura mestiza que no ha reparado esfuerzos en beber de todas las fuentes que han circunnavegado el Planeta. Por oriente y occidente, por el norte y por el sur, nuestra mochila de palabrería es tan rica que nunca ha desperdiciado nada por ajeno que pudiera parecer. Sin conocer las figuras literarias o retóricas, en Cádiz se sabe de metáforas, epítetos o metonimias. Aquí vivimos en constante paradoja.

Mucho me temo que la jindama y el jindoi volverán a hacer de las suyas. Por su peso caerán las letras rojas y amarillas, todo volverá a ser de color gris. Por unos días tuvimos un sueño de sustantivos, adjetivos y expresiones. Aquí seguiremos a lo nuestro, acostumbrado a vivir en un chapú de existencia. Atrás quedarán los bastinazos, no habrá espacio para más cajonazos de las administraciones, las gentes se volverán a acharar. Volveremos a pasar al uso insustancial de esas palabras, que no se inventaron en Cádiz, pero que aquí han encontrado su expresión más pertinaz. Volverán a ser las que jalonen nuestras calles. «Se vende, se alquila».

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