OPINIÓN

Mundos paralelos

Tanta barbarie nos hace dudar de la condición humana. ¿somos malvados por naturaleza o hay algo de impostura?

Existen sonidos que nuestros oídos no pueden oír, es cuestión de sensibilidad acústica. Existen colores que nuestros ojos no pueden discernir, es sólo cuestión de virtud cromática. Existen olores que nuestro olfato no puede percibir, es sólo cuestión de una pituitaria avezada. Existen sensaciones que ... nos podemos descifrar y que coexisten a nuestro alrededor. En nuestro entorno existen otros mundos por definir, coexisten con el nuestro, pero como dos líneas paralelas puras, nunca llegarán a confluir en una misma realidad. Asistimos a realidades divergentes. Basta con tener un mínimo de corazón para sentir desesperación e impotencia, nadie con algo de conciencia puede mantenerse impávido ante la cotidianidad perversa que nos machaca sin tregua. Tanta barbarie nos hace dudar de la condición humana. ¿somos malvados por naturaleza o hay algo de impostura?

En el mismo lugar y a la misma hora, coexistiendo en lo espacial y lo temporal, en la tribuna más representativa del orden mundial, un diplomático, curtido en mil batallas, rompe a llorar en pleno discurso al referirse a la matanza de niños gazatíes, arrinconados y llevados al matadero por sus verdugos. Mientras tanto, un miembro del brazo ejecutor de la masacre, investido de la crueldad que caracteriza a los sin alma, bosteza sin reparo ni pudor, como si lo que se estuviera relatando fuera algo aburrido e inoportuno. Al mismo tiempo que un cayuco naufraga en el cantil el muelle de la tierra prometida, ante la mirada atónita de los rescatadores, provocando siete víctimas mortales, nuestros políticos, pagados con nuestros impuestos, se enredan en discusiones absurdas que ponen sobre la mesa el poco interés que tienen en solucionar, de una vez por todas, el problema de los menores acogidos. Mientras la testosterona casposa pretende perpetuar el orden machista y arcaico, la oxitocina conciliadora nos conduce a una nueva forma de relación más igualitaria. Mientras en el mundo de a pie, el de la ciudadanía normal, la que disfruta con lo puesto, la convivencia y la solidaridad se muestran conciliadoras, las cúspides del mundo del poder se enzarzan en luchas intestinas sin tregua que nada tienen que ver con los problemas cotidianos. Mientras a ras de suelo aún se perciben las fragancias de la postrera primavera, en las altas esferas el hedor a cloaca se hace insufrible. A quién corresponda: ¡Déjennos disfrutar de las pequeñas cosas!

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