OPINIÓN

El mantero de la IA

Discernir entre el original y la copia será cada vez más difícil. Diferenciar la realidad de la ficción será una labor detectivesca

Antonio Ares

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Creo que desde el principio lo tuve muy claro. En una calle céntrica de cualquier ciudad, en el mísero suelo, un simple «mantero o mantera», no podía poner en jaque las cuentas de resultados de las grandes empresas de moda y complementos, ni a las grandes corporaciones de la música, ni a los equipos multimillonarios que juegan la Champion League.

Un senegalés con su hatillo, repleto de gafas de Prada y Armani, y de bolsos de Louis Vuitton o de Michael Kors, no interferiría en la cotización en bolsa de la moda parisina. Una mauritana con su quiosco, repleto de camisetas de Clavin Klein o chándales de colores pastel de Nike, no pondría en entredicho la validez de los diseños de esas marcas punteras, sino que las acercaría al público menos pudientes, pero con los mismos gustos. Un nigeriano con percheros repletos de camisetas, de los equipos de futbol más punteros de la liga nacional o de las competiciones europeas, no entorpecería en las decisiones arbitrales, ni en los resultados de la clasificación, sólo haría más visible la afición el deporte rey.

Lo de lo manteros y los tenderetes, parece que pasó a mejor vida. Ahora la competitividad para todos, a nivel individual y colectivo, viene de la mano del lado ignoto de la Inteligencia Artificial. La creatividad y la originalidad pasan por una búsqueda en la red. Dicen los expertos que la IA no puede generar ideas nuevas por sí sola (artículo publicado en Science Direct), de lo que es capaz es de ayudar a los humanos a modular esa creatividad. Si los manteros tradicionales hacían competencia con las grandes marcas, la IA va a competir con la creación humana en todos los ámbitos. Discernir entre el original y la copia será cada vez más difícil. Diferenciar la realidad de la ficción será una labor detectivesca.

La IA diseña, escribe, dibuja, compone, pinta, relata, construye, cocina, democratiza el cibercrimen, sirve para insultar, se usa como confidente entre la población adolescente, te ayuda a sacar tu lado más oscuro, te dice lo que es más conveniente para ti, te engaña con apariencia de verdad absoluta, se mete en tu alcoba y modula tu vida. Se está convirtiendo en el mantra de nuestras decisiones.

Sólo empleando nuestra inteligencia y la razón, podremos escapar de la amarga profecía de Roberto Rossellini, que «nuestra civilización morirá por apoplejía porque nuestra opulencia contiene en sí las semillas de la muerte» (Miguel Delibes).

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