Opinión
Mala lengua
En mi barrio, en la esquina menos distante de mi portal, dos personas debaten sobre lo divino y lo humano, no arreglan nada de este marasmo en lo que se ha convertido el mundo
La esquina de cualquier barrio, da igual que sea del hemisferio norte o del sur, de los fríos países nórdicos o de los cálidos y soleados del sudeste asiático, de los exóticos africanos o de los hermanos de lengua, esa confluencia entre dos calles es el lugar donde se crea la forma de comunicar mediante la palabra, donde se instauró la democracia participativa, donde se podía opinar sin miedo a ser vilipendiado, mucho antes de que apareciera la denostada política, la esquina era el parlamento y la palabra el medio.
En mi barrio, en la esquina menos distante de mi portal, dos personas debaten sobre lo divino y lo humano, no arreglan nada de este marasmo en lo que se ha convertido el mundo, pero la intención es la que vale. Manejan el lenguaje, utilizan formas gramaticales y tiempos verbales, emplean metáforas sin saberlo, e incluso se atreven con metonimias y palíndromos. No tienen idea de lo que es una hipérbole o una paráfrasis, pero sin miedo ni reparo la emplean con el sólo uso de su lenguaje, y la intención de expresar su pensamiento y sus ideas.
Con el tiempo sin medida y el don de las cosas bien hechas el Congreso de la Lengua, celebrado en Cádiz en la primavera de 2023 fue un éxito irrepetible. Lo de Arequipa (Perú) de 2025 ha puesto de manifiesto para qué sirve comunicar, cómo puede llegar a ser el arma más letal cuando el poder se apodera de la lingüística y la semántica, cuando la palabra adquiere la condición de mensajero en una sola dirección. Las desavenencias entre la Real Academia Española y el Instituto Cervantes han quedado al descubierto.
Tener mala lengua es referirse a una persona que habla mal de los demás, que da crédito y propaga rumores mal intencionados con la única finalidad de hacer el mayor dañó posible. Persona murmuradora, maledicente, intrigante, calumniadora, todo un dechado de toxicidad.
En Cádiz hay un término que lució en cierros y balcones, y que recoge el sabio lingüista Pedro Payan, en su libro 'El habla de Cádiz'. Mojarra versus lengua. De un cuchillo ancho y corto de las Américas, a la lengua mordaz que nada tiene que ver con los pescados de roca. Que la 'mojarra caletera' en sentido figurado, sirva para el entendimiento de los que cuidan el verbo español.
Viene como anillo al dedo la letra del fandango 'Mala lengua' del cantaor gaditano Ezequiel Benítez «To el que le dé por criticarme es por que tiene mala lengua. Es que su vida es tan aburría… que con la mía se entretenga, qué es mucho más divertía».
Ver comentarios