OPINIÓN

La escopeta nacional

En Torre Pacheco se ha abierto el periodo de batida al migrante, con el aplauso de los descerebrados de siempre y la quietud de los que siempre pueden hacer más

La permeabilidad permisiva entre la ostentosa jet, la pseudo aristocracia rancia, la política desvinculada de la ciudadanía y los negocios poco claros viene de muy lejos.

El maestro de nuestro cine, Luis García Berlanga (1921-2010) director de películas que marcaron la vida de los ... que aún tenemos memoria, como El Verdugo, Plácido o Bienvenido Míster Marshall, en su laureada cinta La Escopeta Nacional (1978), relata la historia de un fabricante catalán, como no, de porteros electrónicos que viaja a Madrid para asistir a una cacería, pagada íntegramente por él mismo, con la que pretende promocionar su negocio, y de paso sacar pingües beneficios e introducirse en la alta sociedad de la corte.

Aunque la veda está echada, no cabe duda que estamos en época de cacerías, al más puro estilo de la película estadounidense de «La jauría humana». En Torre Pacheco se ha abierto el periodo de batida al migrante, con el aplauso de los descerebrados de siempre y la quietud de los que siempre pueden hacer más. Algunas detenciones y unos pocos delitos de odio no son suficiente para terminar con esta lacra que se expande.

En estos días se ha publicado la lista de los cazadores del mundo que han batido, por no decir matado, los animales más grandes, que con orgullo llaman trofeos. Ha sido difundida por una ONG británica (CBTH, Campaña para la prohibición de la caza de trofeos) entre los 20 primeros dos españoles. Pero el ranking lo lidera alguien que no participó en competición alguna, el valenciano Tony Sánchez-Ariño, su récord nos debe estremecer. Él sólo ha dado caza a 1317 elefantes, 340 leones, 167 leopardos, 127 rinocerontes negros y 2093 búfalos. Todos esos animales figuran en la lista negra internacional para la conservación de la naturaleza. Para WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) es tan crítica la situación que el peligro de extinción se extiende como nube de muerte y exterminio. Para colmo declara «que nunca mató un pobre animal por diversión, siempre hubo una buena razón para hacerlo. Teniendo presente que los animales en su mundo y en su medio son tan felices como nosotros en el nuestro, no hay que matar por matar». Los dioses han querido dotar a este personaje con el don de la longevidad, esa que él negó a la naturaleza. A sus 95 años de edad sigue vanagloriándose de sus proezas, defendiendo la caza en el continente africano.

Empleando la metáfora de la cacería, trasladándonos a nuestra realidad política, podemos asegurar que mientras algunos no han gastado ni una sola bala en la trifulca otros se han quedado sin munición.

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