OPINIÓN

El cazaperfidias

Las perfidias se encuentran por todos lados, sólo hay que tener la sensibilidad para detectar esa deslealtad, traición o quebrantamiento de la fe debida

«El cazaperfidias escudriña los rincones y no se deja engañar. Sabe qué hay oculto tras las máscaras inofensivas, adivina al instante lo que alguien quiere de él y, antes de que la máscara caiga por sí solas, la arranca con gesto rápido y decidido»

Así empieza el relato «El Cazaperfidias», incluido en el libro El Testigo Oidor, del Premio Nobel de Literatura (1981), del escritor búlgaro Elías Canetti.

Para ser un buen cazaperfidias no hace falta tener unas cualidades especiales, no se requieren estudios de formación previa, sólo hay que estar atento a todo lo que ocurra alrededor. Eso sí, hay que saber que las casualidades sólo existen en el terreno probabilístico de las matemáticas. Tener siempre presente que todo tiene un por qué. A veces la intención es clara desde el principio, y otras, la mayoría de las veces, hay que esperar, como buen jugador de ajedrez, a que los acontecimientos se vayan perfilando para obtener el pérfido beneficio esperado. Hoy día para ser un buen cazaperfidias sólo hay que escrutar, si es posible sin ser visto, las redes sociales, sentarse plácidamente a la hora del desayuno con la edición en papel de un periódico, escuchar atentamente tu emisora de radio favorita o sufrir a la hora del almuerzo o la cena con el bombardeo de malas noticas de los informativos de los canales de televisión. Las perfidias se encuentran por todos lados, sólo hay que tener la sensibilidad para detectar esa deslealtad, traición o quebrantamiento de la fe debida que nos hace tan ruin a la especie humana. No por acostumbrados al lado oscuro de nuestra condición, el cazaperfidias siente una desazón y un frio miedo que le hace temblar de terror cuando descubre lo execrable de una impactante noticia. El testimonio del bosnio Edin Subasic, profesor de literatura, que durante la guerra de Los Balcanes se unió al Ejército de la República de Bosnia-Herzegovina y formó parte de su Servicio de Inteligencia Militar, puede ser fundamental para aclarar la veracidad de los «safaris humanos», presuntamente llevados a cabo por ciudadanos italianos en Sarajevo. Los francotiradores podían elegir la pieza a batir, un civil adulto, una mujer, un niño, una embarazada, un soldado… ¡Todo tenía su precio! Como si de un viaje organizado se tratase, se pagaban cifras desorbitadas por abatir piezas humanas. El periodista y escritor italiano Ezio Gavazzeni ha presentado una denuncia al respecto en la fiscalía de Milán. Esperemos, ¡Qué la justicia internacional venza a la perfidia humana!

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios