OPINIÓN

Ludita

Es evidente que existe y ha existido un imperativo cualitativo en casi todo el sector periodístico

Esta funcionalidad es sólo para registrados

De hace un tiempo a esta parte me han dicho ya varias veces que lo de escribir se ha acabado porque resulta que hay una web con un chat en el que tú pides que te escriban un texto y te lo escriben. Funciona con lo que se llama Inteligencia Artificial. Sabe de casi todo. A veces se equivoca con algunos datos, pero es normal, está en desarrollo. Lo lógico es que con el tiempo sepa de todo, verdaderamente. De ahí que haya algunos juntaletras que se estén acojonando con el asunto. La mayoría de nosotros nos equivocamos en algún párrafo, tenemos erratas, vamos lento, al menos más lento que la máquina, que te escribe cualquier tipo de texto y género en cinco minutos. Algunos dicen que esto se veía venir de hace años y que, en realidad, dejaremos de escribir en algún momento porque ya la máquina lo hará por nosotros. No harán falta redactores y los periódicos serán otra cosa. Habrá despidos masivos y tal. En la lista de las profesiones que la IA mandará al pozo de la historia hay dos destacadas, la de redactor y la de contable.

Llevo dándole vueltas al tema varias semanas, la verdad. No por miedo a perder mi trabajo, al que le tengo un aprecio grande, pero que al fin y al cabo es trabajo, sino porque además de la lucidez científica pienso que algo ha pasado para que la originalidad humana al relatar no tenga tanto valor en sí mismo. He llegado a la conclusión de que si nos da igual que nos haga un texto una máquina o que nos lo escriba un humano es porque hace tiempo que lo que escribimos ya no tiene tanto sentido.

Sin ánimo de ser nostálgico, que es el mayor delito que uno puede cometer en esta vida, creo que hay una lógica aplastante en el proceso. Que no ha sido rápido, ni mucho menos. Al menos no tan rápido como la IA. Ha tomado años. Partamos de un axioma: si el lector pierde el gusto por el texto, el problema suele ser de quien lo escribe, no del lector. Y a lo mejor hace tiempo que lo hemos aburrido.

Es evidente que existe y ha existido un imperativo cualitativo en casi todo el sector periodístico. La calidad del texto, así en general, cuando pones una palabra en Google para enterarte de algo, suele ser poquita. La idea no es que esté bien. Hay una cosa que se llama SEO que es el demonio. Los textos SEO los escriben gente a la que pagan una mierda, porque la calidad se paga, sobre todo en tiempo, pero el SEO no entiende de texto interesante o poco interesante, entiende de palabritas que aparecen más arriba o más abajo. Sobreproducción y bajos sueldos, unidos a la degradación del trabajador hasta su práctica robotización…no hay que ser un 'capo' para entenderlo, suele dar un producto que a menudo deja qué desear.

Con estas condiciones materiales, al mismo tiempo, existe una cultura de lo que Pasolini llamaba homogenización. En cristiano, es algo así como que todos hemos acabado escribiendo igual. Pasa en todos los ámbitos. Vestimos igual, hablamos igual, bailamos igual, nos preocupan las mismas cosas. Esto de estar enganchado a la pantallita es lo que tiene. Cuando decían la palabra 'Aldea global' sonaba estupendo, pero la cultura de una aldea es una cosa estricta, que tiende a mirar mal al que se sale de la línea. Quién lo probó lo sabe. Es fácil darse cuenta de que, en el fondo, estamos medio incómodos por el asunto. Un melodrama. A pesar de consumir todos lo mismo, buscamos vernos distintos del otro de forma constante y al escribir estamos casi desesperados buscando ese enfoque peculiar que destaque entre tantos y tantos que escriben, cuando, si te paras un rato a pensarlo, cada uno de nosotros es de su padre y de su madre y a duras penas puede dejar de ser quien es porque si no se muere de pena. Pero escribir como uno es, claro, requiere cierta valentía. A lo mejor no te lee ni dios. Puede ser. Pero no debería de ser un problema.

Cada vez que sale el debate en una cerveza, yo digo siempre lo mismo, casi robóticamente lo confieso: yo leo a los que me gustan. Por cómo miran. Y mientras haya alguien mirando, es fácil que me guste alguien más que una máquina que apenas mira si yo no se lo digo. Por cierto, este texto se hizo con ChatGPT. No, hombre. Es coña, eh ¿Te imaginas? Dándote la monserga ahí y luego…Qué va. Fíjate, esto no lo hace la IA. Un chiste tan malo al final de un texto tan serio. No se puede ser tan tonto.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación