Odiosas comparaciones

A Sánchez le gustan las dictaduras que llevan a la miseria

Pedro Sánchez estrecha la mano del presidente de Chile, Sebastián Piñera REUTERS
Hermann Tertsch

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El presidente del Gobierno de España está de gira por Iberoamérica. Ha visitado dos países que inauguran presidente, Chile y Colombia. Y uno, Bolivia, con un régimen ideológicamente mucho más afín al socialista Sánchez y a sus socios comunistas. Allí reina Evo Morales, como Daniel Ortega en Nicaragua, un especialista en la supervivencia. No creyó conveniente Sánchez pasar a ver a Nicolás Maduro, el campeón en sobrevivir en condiciones inauditas. Ahí sigue después de destruir el país, asesinar y torturar a miles, robar y saquear a todos. Ya mata en masa con hambre y enfermedades. Huyen por millones a países vecinos y pagan con sangre, miseria y muerte la ceguera de haber llevado al poder a los padrinos de Iglesias, Errejón y Monedero, esos que dictan ahora la política fiscal a Sánchez. El jefe del Gobierno de España dijo ayer que los venezolanos tienen que encontrar una solución entre ellos. Es como enviar una señal de concordia a torturadores y torturados. O que los niños víctimas de Mengele debieron empatizar más con el doctor. Esa infamia infinita, insulto intolerable, se lo puede haber dictado su compañero de partido Zapatero, eficaz agente del narcodictador Maduro para fortalecer su régimen criminal.

Sánchez no ha dejado de hablar de Franco. También de una Comisión de la Verdad con la que pretende reprimir las verdades incómodas para su partido. En Chile recolectó malas ideas y peores intenciones en esa farsa del Museo de la Memoria. Allí los chilenos han acatado una versión grotesca por maniquea de su pasado en la dictadura de Pinochet. Se han tragado todo el cuento impuesta por la izquierda. El ministro de Cultura chileno, Mauricio Rojas, tuvo que dimitir nada más ser nombrado por haber dicho la verdad hace años. Dijo Rojas que aquello «más que un museo (…) un montaje cuyo propósito (…) es impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar (…) Es un uso desvergonzado y mentiroso de una tragedia nacional». Por estas palabras se ha tenido que ir un hombre culto y capaz. Lamentablemente, Rojas perdió, además del cargo, su autoridad al intentar aplacar a las fieras izquierdistas con disculpas por decir la verdad. El museo es un inmenso y costoso despliegue de hechos ciertos y omisiones dolosas para construir una gran mentira. Una dictadura maligna se abalanzó sobre el pueblo chileno por codicia y crueldad y murió por la protesta interna y externa. El mismo cuento que en España aunque más breve.

Ni una palabra de Cuba, los asesinatos, Allende como títere comunista. Sin mención de causas. Nadie explica que un golpe en Chile llevó a una dictadura porque era inminente una dictadura mucho peor. Hoy Chile es el polo de prosperidad y libertad porque se evitó que fuera el polo de miseria y esclavitud con Cuba. El canalla que quería convertir Chile en Cuba era Allende y quien lo evitó era Pinochet. En el polo de la miseria con Cuba está ahora Venezuela porque no ha tenido un Pinochet. Y si no lo ha habido es porque la izquierda ha logrado imponer en Occidente esa postrera lectura falaz que protege las dictaduras comunistas. Solo Thatcher hizo frente a la falacia global de la izquierda. La inmensa mayoría de los venezolanos verían como una salvación surgir a un Pinochet que en diez años pusiera el país al nivel de Chile. Con muchos menos asesinados y torturados que en Cuba y Venezuela, por cierto. Pero Sánchez detesta las dictaduras que se autodisuelven después de crear prosperidad y seguridad. Las que generan dolor permanente y miseria, Venezuela o Cuba son las que gustan a Sánchez. A sus socios más. Tanto que la quieren implantar aquí.

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