Tribuna abierta

Afganistán y el nuevo orden mundial

La opinión pública estadounidense está cansada del coste tan alto que tiene para su país ser líder mundial y guardián de los valores e intereses occidentales

Jose E. Gutierrez Elso

La pregunta que todos nos hacemos estos días es ¿cuáles serán las consecuencias para el orden mundial del desastre de Afganistán? En mi opinión lo que está pasando en Afganistán no es el principio de algo, sino un capítulo más del importante cambio que comenzó hace casi dos décadas en todo el mundo; esto es, el repliegue de los Estados Unidos, la carrera de China y Rusia por ocupar los espacios de influencia que están quedado libres y la progresiva pérdida de peso internacional de la Unión Europea.

La opinión pública estadounidense está cansada del coste tan alto que tiene para su país el ser el líder mundial y el guardián de los valores e intereses occidentales. Dicho de forma coloquial, los estadounidenses se han cansado de poner el dinero y los muertos para resolver conflictos internacionales o defender los intereses de Occidente. Ese cambio de actitud se ha visto reflejado de forma creciente en las acciones de las administraciones norteamericanas desde George W. Bush hasta nuestros días.

Otro factor importante a tener en cuenta es que, por primera vez en un largo tiempo, Estados Unidos se ha convertido en el primer productor mundial de productos petrolíferos y de gas natural, llegando a ser autosuficiente energéticamente. Ese nuevo escenario ha hecho que la política norteamericana con respecto a Oriente Medio haya cambiado. Ya no es el interés por proteger los campos de petróleo y sus rutas de suministro la principal razón de la presencia de Estados Unidos en esa conflictiva zona. No hace mucho escuché a un militar estadounidense de alto rango decir que a partir de ahora si se produce un bloqueo del estrecho de Ormuz tendrán que ser los soldados europeos los que vayan a desbloquearlo, porque Estados Unidos no moverá un dedo. No creo que eso fuese lo que pasaría si llegáramos a esa situación, que llegaremos, pero da una idea de lo que se piensa al otro lado del Atlántico.

China y Rusia ven en el repliegue norteamericano y en la pérdida de peso europea una oportunidad para extender su influencia en el mundo y conseguir sus objetivos políticos y económicos. Todo ello significa que un nuevo orden mundial se está gestando con tres actores principales, Estados Unidos, China y Rusia, y un realineamiento del resto de los países. Ese importante cambio no es en principio ni bueno ni malo, todo dependerá de cómo queden las piezas en el nuevo tablero y cuáles sean las reglas que rijan las relaciones internacionales. Durante los años de la guerra fría, los dos bloques en liza buscaban la destrucción del adversario y la exportación de su modelo político. En el nuevo orden mundial que se vislumbra, los actores parecen más interesados en garantizarse su seguridad y en usar su influencia política para el dominio económico y menos en imponer su modelo de sociedad. Tanto China como Rusia utilizan la energía como una de sus armas de expansión de poder.

China necesita recursos energéticos y materias primas en cantidades ingentes para hacer crecer su economía y mejorar la calidad de vida de una parte importante de su población, que todavía vive en la pobreza en zonas rurales. Más allá de garantizar la seguridad de su territorio, su objetivo es garantizarse, mediante inversiones directas, el acceso a los recursos que necesita, a la vez que aumenta su influencia en el mundo. Para ello China, a través de su proyecto «Belt and Road Initiative» está invirtiendo ingentes cantidades de dinero en empresas, infraestructuras, minas y campos petrolíferos y gasísticos en África y Oriente Medio, a la vez que firma acuerdos de suministro de largo plazo con Australia y con otros países del sur de Asia y de América del Sur. Hace tiempo que China ha establecido una alianza estratégica con Pakistán, país en el que por ejemplo está financiando y construyendo una central nuclear. Ahora tratará de incorporar a Afganistán a dicha alianza y consolidar una posición de privilegio en Asia central, en oposición a la India y en una inteligente alianza y pugna con Rusia, reforzándose así su proyecto «Belt and Road».

Rusia bajo el liderazgo de Putin se ha propuesto recuperar la posición de poder perdida tras la caída del muro de Berlín. No trata de recrear la Unión Soviética, pero si establecer alianzas con otros países que le permitan jugar el papel de potencia mundial y conseguir réditos económicos para la maltrecha economía rusa. Desde hace muchos años Rusia usa la energía como un arma política, con buenos resultados. Putin se ha propuesto controlar el suministro de gas a Europa, no solamente usando los gaseoductos ya existentes, como el que atraviesa Ucrania, sino mediante la construcción de dos nuevos, Nord-Stream y Turk-Stream. La actual dependencia de los países de la Unión Europea del gas ruso supera ya el 40% e irá peligrosamente a más, con el firme apoyo de Alemania. Como complemento a su estrategia de expansión energética, Rusia ha desplegado una agresiva política comercial para construir nuevos reactores nucleares en países del centro y del sureste de Europa. De hecho, tiene ya contratos en firme con Finlandia y Hungría. Si Rusia consigue llevar a cabo su estrategia, la dependencia energética de la Unión Europea aumentará significativamente. Más allá de nuestras fronteras sigue adelante con la construcción de centrales nucleares en la India, Turquía e Irán y está en negociaciones con Egipto, además de mantener una fuerte presión sobre Ucrania.

En el nuevo orden mundial que se vislumbra hay muchas incógnitas: ¿cambiará la India su alianza con Estados Unidos por Rusia?, ¿seguirá siendo Arabia Saudí un fiel aliado de Estados Unidos o preferirá priorizar sus intercambios económicos con China? ¿seguirá siendo Estados Unidos un fiel aliado de Israel?, ¿cuál será la política exterior del Reino Unido después del Brexit?, ¿seguirá Estados Unidos apoyando a Japón y a Corea del Sur?, ¿cuáles serán las alianzas preferentes de los países de América Central y del Sur, hoy abandonados por los Estados Unidos y cortejados por China y Rusia?

Y Europa ¿qué? Europa podría y debería ser el cuarto de los líderes mundiales, pero ya anticipo que es algo que veo bastante improbable. Lo primero es que la Unión Europea está muy lejos de ser una Unión, se trata más bien de una super estructura burocrática, alejada de los ciudadanos y poco eficaz a la hora de tomar decisiones; y lo segundo.es que ideológicamente muchos gobiernos europeos viven en lo que podemos

describir de forma simplificada en el «buenismo», asumiendo que todos sus problemas se resolverán siendo verdes y digitales. De forma urgente, la Unión Europea debería analizar cuál quiere que sea su papel en el nuevo orden mundial que se está creando, si es que quiere jugar un papel. Para ello Europa debería empezar, al menos, por reformar sus estructuras, diseñar e implantar políticas comunes en tres áreas fundamentales –financiera, exterior y defensa– y reconstruir su tejido industrial. Sobra decir que la nueva política de defensa debería diseñarse fuera del paraguas de la OTAN, organismo de cooperación inútil desde hace tiempo y ahora ya sin sentido alguno. Por otro lado, tras el abandono del Reino Unido, la Unión Europea debería estar segura de que sus miembros no siguen el mismo camino, especialmente los del Grupo de Visegrado (República Checa, Polonia, Eslovaquia y Hungría) más Rumania y Bulgaria. Pero además, debería reforzar su flanco este acercándose a Ucrania, país estratégico, una vez que podemos dar por perdida a Turquía.

Puede que el desastre de Afganistán acelere el proceso al que hecho referencia, pues los cambios en todos los ámbitos se producen de forma acelerada, por lo que Estados Unidos y la Unión Europea deben sacar lecciones aprendidas de lo que está ocurriendo y tomar decisiones de forma rápida. Por último, debería ser urgente que los nuevos lideres mundiales desarrollen estrategias comunes frente al auge del terrorismo internacional que de nuevo se vislumbra en el horizonte, y frente al cual todos tienen mucho que perder.

* Jose E. Gutierrez Elso es ingeniero de Caminos, expresidente y CEO de Westinghouse Electric Company

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