Les hacemos demasiado caso

Ante una noticia llamativa y grave, la propaganda de la Diada pasó este año desapercibida

Diada de Cataluña Inés Baucells
Luis Ventoso

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Las singulares aventuras académicas del doctor Sánchez, con una tesis y un libro que parecen los afanes de un trampero de Alaska, han tenido un inesperado efecto benéfico: han anulado el eco de la procesión anual de la Diada. La manifestación del separatismo resultó tan multitudinaria como siempre en el último lustro. Todo un alarde de simbolismo amarillo y provocación antiespañola. Toda la salmodia ritual de bravatas, victimismo, supremacismo y amenazas. Pero esta vez ha pasado muy desapercibida, porque la actualidad quedó copada enseguida por las irregularidades en los estudios del presidente y sus faltas a la verdad en el Parlamento. Las fazañas picarescas de Sánchez dieron tanto que hablar que acabaron haciendo luz de gas al gran acto de propaganda del separatismo.

Lo sucedido podría ser leído como una suerte de experimento sociológico, que da mucho qué pensar: en cuanto los medios de comunicación españoles le han bajado un poco el volumen a los independentistas, su capacidad de amenaza y provocación ha caído exponencialmente. Lógicamente, televisiones, periódicos y radios deben prestar atención al problema del separatismo catalán, por ser el más grave que sufre España, al tratarse del único que cuestiona su propia existencia. Pero una cosa es informar y otra incurrir en una especie de delectación semimasoquista, que nos lleva a amplificar cada ofensa y baladronada de Torra, cada epístola martirológica de los presos golpistas, cada barrabasada de los golfos fugados a Bélgica, de los cuperos de ideario friki, de los saboteadores de los CDR, de los diputadillos rufianes...

En los días previos a la Diada, muchos medios nacionales hablaron tanto de ella que en realidad ayudaron a ponerla en el epicentro del debate público. ¿Era necesaria tanta información previa sobre una manifestación? ¿No se estaba contribuyendo en cierto modo a publicitarla? Ya en la jornada de la marcha, TVE, la televisión pública que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos, querrámoslo o no, situó un plató en el lugar de arranque de la marcha separatista y el programa «Los Desayunos» se emitió en directo allí desde primerísima hora. ¿Hacía falta que TVE calentase desde la mañana una manifestación que iba a celebrarse a la tarde y que en realidad fomenta el odio a España y la ruptura con ella? Creo que no. Tampoco parece necesario, ni de valor informativo alguno, que los telediarios de todas las cadenas españolas se vean salpicados a diario por declaraciones chuscas y subtituladas de personajes muy menores de la logia del lacito (fijémonos por ejemplo en Elsa Artadi, que aparece más en las noticias televisivas que Casado o la vicepresidenta Calvo, casi siempre para soltar naderías que nada aportan ni nada cambian).

Hacemos demasiado caso a esa agotadora cantinela victimista, mientras que de otras comunidades, por ejemplo Extremadura o las del noroeste de España, solo nos acordamos para la crónica de sucesos.

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