Por España, que no pare la música

Sánchez, en el Festival de Benicásim

Pedro Sánchez y su mujer, María Begoña Gómez, en el Festival Internacional de Benicásim (FIB) AFP
Jesús Lillo

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A Pedro Sánchez le afearon ayer que cogiera el avión en el que le hacen los reportajes de Top Gun para irse a Castellón y, con la excusa de mantener un encuentro informal con Ximo Puig, darse una vuelta con su señora por la zona VIP del Festival de Benicásim y ver a los Killers, que son uno de esos grupos que cuando se estilaba y admitía la incorrección política y musical se denominaban de niñas. Son ganas de criticar. Donde mejor está Pedro Sánchez es de festivales. Ahí no hace daño a nadie.

Hasta que la ampliaron para que el pijerío local e importado se pusiera cómodo y guapo, como en un Coachella entre naranjos, la zona VIP del FIB era un área pequeña, silvestre y exclusiva, reservada a los artistas y a cuatro enchufados que, en chanclas y bañador, aprovechaban la barra libre para ponerse como el perro de Paterna y zascandilear con los cantantes hasta las tantas de la mañana. Mi cuñada tuvo un año que seducir a un camarero para levantarle la camiseta, con el dorsal de Hostelería, poder pasar la verja como parte del staff, muy suelta, y reunirse con nosotros en un recinto donde también supo hechizar al de la barra libre para tener prioridad en el suministro de morapio. Menuda era la Sole. Se hizo tan popular que, en años posteriores y ya anillada como VIP, le hacían la ola de cubatas nada más verla aparecer. Eso fue hace casi dos décadas. La zona VIP del FIB ya no es lo que era. No hay más que detenerse en la indumentaria de Sánchez y señora para advertir la intención extramusical del paseíllo presidencial y la evolución de las costumbres festivaleras. Hace dos años, cuando coincidió con Andrea Levy, Sánchez se presentó en el FIB con una camiseta negra, muy casual. Lo de la madrugada de ayer era más de Simago.

A Pedro Sánchez lo critican por todo, por lo del avión y por lo de los Killers, por sus gafas de piloto y por la campaña de imagen y disfraces en la que anda metido. Sin embargo, eso es lo de menos. Donde mejor está el presidente del Gobierno es de conciertos, con todas sus ministras y todos sus ministros. A España le saldría relativamente barato pagarle los abonos de todos los festivales del mundo, el avión para desplazarse y una barra libre como las de comienzos de siglo. Donde hace daño económico, por las malas compañías, propias de una zona VIP de hace veinte años, es en su despacho y en los pasillos del Congreso. Mejor distraerse con los Killers, más formalitos y aseados que un déficit público del PP, que con el techo de gasto.

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