La arcilla de una nación

Al Rey algunos no le perdonan el discurso que pronunció el 3 de octubre, pero a la Corona se la tenían jurada desde mucho antes y desde muchos frentes

Jesús Lillo

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El cántaro agujereado que aparece en el escudo de Bailén es el que llevaba María Bellido para dar de beber a las tropas del general Reding, deshidratadas durante la batalla que libraron contra el francés en julio de 1808. Una bala enemiga rompió la vasija, cuyo culo conservó, sin embargo, agua suficiente para que el militar suizo saciara su sed. La leyenda aguanta más que el barro con que Bailén ha construido su historia.

Allí no hacen ya cántaros, sino ladrillos, material de construcción que da nombre a un sector y a una crisis que en pocos sitios han sufrido con más saña, como una batalla con golpes de calor y miles de caídos. Todo se vino abajo hace ahora diez años en una ciudad que fabricaba la quinta parte de los prismas de arcilla que, uno encima del otro, hasta el infinito hipotecario y más allá, tapiaron la burbuja inmobiliaria, unas 13.000 toneladas diarias. Bailén conoce bien lo que es una guerra, unas cuantas lleva encima, y también una crisis como la del ladrillo. Allí saben cocer el barro y, sin burbuja que los ampare, dejar reposar la indignación y la rabia. Todavía no han levantado cabeza, pero ayer salieron a vitorear al Rey. Lo estaban esperando desde 1862, cuando se dejó caer por allí Isabel II. Con las mismas ganas y parecida necesidad.

Al Rey algunos no le perdonan el discurso que pronunció el 3 de octubre, pero a la Corona se la tenían jurada desde mucho antes y desde muchos frentes. No es nada personal. Es la nación y el modelo de convivencia que representa y sostiene -ayer con las manos abiertas, en octubre con los puños cerrados- lo que no toleran y abominan, objetivo de una campaña que viene de antiguo y en la que se mezclan discursos televisados y conversaciones grabadas. El Gobierno se pone de canto, su presidente se hace una foto en La Zarzuela con Don Felipe para colgarla en Twitter y luego negocia con quienes quieren derribarlo. En Bailén saben cocer el barro, y lo que es la indignación, pero también lo que es una nación y cómo se defiende, ayer con las manos abiertas.

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