Editorial ABC

Desánimo ante la Diada

La caída de la movilización del separatismo es consecuencia de las tensiones entre los partidos nacionalistas sobre qué proyecto y qué liderazgo deben dirigir el proceso secesionista

ABC

La organización de la próxima «Diada» se está encontrando con el desánimo de los sectores nacionalistas, los cuales, por el momento, no están respondiendo al llamamiento para inscribirse, como en años anteriores, en las movilizaciones separatistas. Según datos de la propia Asamblea Nacional Catalana (ANC), las inscripciones han caído un 25 por ciento respecto a las mismas fechas del año pasado, con sólo 37.500 confirmaciones frente a las 50.000 de 2018. Esta caída de la movilización pública del separatismo es consecuencia de las tensiones entre los partidos nacionalistas sobre qué proyecto y qué liderazgo deben dirigir el proceso secesionista en el futuro. De hecho, el enfrentamiento entre la Esquerra de Oriol Junqueras y la ANC revela, ante todo, una disputa por el poder interno a caballo de discrepancias tácticas. Además, el fracaso del nacionalismo en sus objetivos máximos -independencia, reconocimiento internacional, aplastamiento del constitucionalismo- ha desgastado los ánimos activistas de 2014 y 2017. Si se junta este escenario de impotencia nacionalista con el del juicio celebrado en la Sala Segunda del Tribunal Supremo, pendiente de una sentencia que será histórica, los ciudadanos nacionalistas tienen motivos para preguntarse si realmente no están siendo engañados por unos dirigentes que saben que Cataluña nunca será independiente de España.

Ahora bien, pensar que estos síntomas de desmovilización reflejan el desistimiento del nacionalismo en su pretensión independentista es un error absoluto. Simplemente obligarán a los dirigentes secesionistas a cambiar de planes, empezando por una revisión de las relaciones entre los partidos nacionalistas y la ANC y otros grupos sociales que han servido de correa de transmisión de los proyectos políticos en el seno de la sociedad catalana. Hay que recordar que los acusados proclamaron ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo que volverían a hacer lo mismo por lo que fueron sentados en el banquillo; y el presidente de la Generalidad, Quim Torra, se ha manifestado en el mismo sentido. Que a la ANC no le salgan las cuentas no significa que el proyecto separatista esté derrotado, pero sí que no tiene la fuerza social de hace años. Por eso, este es un momento idóneo para que el Estado no afloje su tensión sobre las iniciativas ilegales de la Generalidad -como su plan de «embajadas»- o de los partidos, ayuntamientos o grupos separatistas que quieren imponer en las calles de Cataluña un régimen asfixiante contra los constitucionalistas. El nacionalismo separatista no es una opción política que merezca el auxilio de los partidos nacionales, sino la respuesta conjunta de estos para derrotarlo por completo, porque las actividades del separatismo catalán son inconstitucionales e ilegítimas.

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