Editorial ABC

Bruselas no cree a Sánchez

Su severa llamada de atención no tiene nada que ver con la naturaleza provisional del Ejecutivo, sino con su irresponsabilidad para esquivar todo tipo de señales y advertencias

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Siete días ha tardado Bruselas en reconvenir al Gobierno de Pedro Sánchez, al que invita a redactar un nuevo cuadro macroeconómico, ajustado a las recomendaciones comunitarias y, sobre todo, a la realidad de una desaceleración que el Ejecutivo socialista insiste en ignorar, cuando no cuestionar. Si la ministra de Economía en funciones aseguró la pasada semana, en un alarde de irresponsabilidad, que España atraviesa una «fase expansiva», ayer fue la titular de Hacienda la que negó la mayor para restar dramatismo a la tajante respuesta de Bruselas a las cuentas presentadas por el equipo económico del Ejecutivo. Para María Jesús Montero, la carta remitida por la Comisión Europea «no es una regañina», sino la «constatación -añade- de que este país necesita un presupuesto y un Gobierno». Encontrarse en funciones, sin embargo, no puede ser un impedimento para presentar un plan presupuestario coherente, ajeno al populismo de un gasto insostenible, detectado y denunciado ya por Bruselas.

La Comisión no ha tardado en alertar al equipo de Sánchez sobre el crecimiento nominal de un gasto público que para 2020 escala hasta el 3,8 por ciento, cuatro veces por encima del 0,9 recomendado por Bruselas. Más que una desviación, el plan socialista representa un claro desafío a las reglas comunitarias de estabilidad y contención. La «naturaleza provisional del Gobierno» que la Comisión Europea acepta como excusa del descrédito contable de este plan presupuestario no puede ser una carta blanca para que el Ministerio de Economía renuncie a su deber de cuadrar las cuentas en función de un ciclo que ya ha llevado a Alemania a entrar en recesión, como el pasado lunes anunció el Bundesbank, y que en España se puede apreciar ya en las variables macroeconómicas.

El nuevo golpe separatista, reedición de un pulso que en los últimos años ha consumido buena parte de las energías políticas de nuestro país, amenaza con situar en un segundo plano el debate económico, imprescindible para tratar de ajustar la gestión económica del próximo gobierno -sea a no viable, esté o no en funciones- al escenario global de la desaceleración. Sin embargo, al Ejecutivo de Sánchez, definido por su electoralismo, no le interesa abordar y asumir los ajustes que demanda la nueva etapa de contracción económica que sacude ya a nuestro entorno. No estamos, como asegura Nadia Calviño, en una fase expansiva que permita cuadruplicar el aumento del gasto. La severa llamada de atención de Bruselas no tiene nada que ver con la naturaleza provisional del Ejecutivo, sino con su irresponsabilidad y contumacia para esquivar todo tipo de señales y advertencias. Lograr un gobierno estable solo serviría para certificar el populismo de sus cuentas.

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