Salvador Sostres

Mi amigo Florentino Pérez

Salvador Sostres

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CUANDO Jorge Bustos todavía pasaba hambre, no hace ni cuatro años, llamé al director de «El Confidencial» para que le diera algo y lo primero que Nacho Cardero me preguntó fue si Jorge era un periodista independiente.

—¿Cómo?

—Sí, hombre, me refiero a si sería capaz de escribir un artículo contra Florentino Pérez .

El Madrid lleva ganadas tres de las últimas Champions pero la independencia en España sigue siendo atacar a su presidente. Son los tics del resentimiento de un país que todavía pone el éxito bajo sospecha y se encuentra más cómodo en la derrota. En el trato que le damos a un presidente que ha situado a su club donde hoy el Real Madrid se encuentra encumbrado se concreta nuestro atraso moral, sobre todo el de un cierto madridismo, tan pródigo en los medios de comunicación, que trágicamente empata con la deprimente España Puerto Hurraco; pero también el atraso de ese antimadridismo que en lugar de aprender de lo que el adversario hace bien, para algún día ganarle, se regodea en las bolas calientes (o frías), en las manos negras y demás teorías conspirativas –y absurdas– de la Historia.

Florentino ha conseguido en el Madrid y en ACS un mismo éxito internacional y un parecido desprecio en España, donde cuando algo sale mal es siempre culpa suya y ningún mérito le es concedido por los logros. No creo que a él le preocupe demasiado , pero sí es preocupante esta aversión que tantos españoles sienten por el talento en lugar de admirarlo y copiarlo para mejorar y crecer. En este sentido resulta patético de qué modo tantos y tantos periodistas han tratado de justificar su holgazanería y su incompetencia culpando al presidente del Madrid de que les despidieran, cuando despreciarle, difamarle e insultarle no sólo sale gratis sino que está muy bien pagado como cada día se puede comprobar en la prensa generalista y especialmente en la deportiva.

Tal como a Laporta y a Cruyff les sucedió en el Barcelona, donde siempre fueron odiados por más de la mitad de los aficionados a pesar de haber convertido el fútbol en la historia de amor más bella del mundo, Florentino cuenta con la amargura eterna de un tipo de gente, tan abundante por desgracia, que nunca va a perdonarnos que no seamos unos desgraciados. El resentimiento, y sobre todo el resentimiento social, continúa siendo el gran motor de nuestra era , y escribir hoy en España –y ya no digamos desde Barcelona– un artículo en favor del señor Pérez es estar en la trinchera. Soy blanco, soy católico, soy de derechas y soy amigo de Florentino Pérez. Seguro que la CUP y Podemos y muchísimos en su nombre creen que un yihadista merece más perdón que yo. ¡Parece mentira en la cantidad de estupideces que cree la tropa con tal de no creer en el orden, en la libertad y en Dios!

¿De dónde les vendrá tanta angustia, tanto dolor? A veces me lo pregunto y se me hiela el corazón. Tiene que ser terrible vivir en el rincón. Desmoralizante, devastador. Hay una España terrible , atávicamente anclada en la oscuridad, que tendría que reconciliarse con la luz y darle una oportunidad.

Más de cerca, el nivel de nuestro periodismo se entiende muy fácilmente cuando sólo se considera independiente a un periodista que ataca a los empresarios y a la derecha; aunque a los que no quieran dejarse llevar por la rabia ciega tal vez les interese el dato de que Florentino es de los pocos que no pagan el impuesto revolucionario que tantos periódicos digitales exigen a cambio de que los periodistas que luego te preguntan si tú eres independiente no te despellejen.

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