El líder de Syriza, Alexis Tsipras
El líder de Syriza, Alexis Tsipras - afp

Alexis Tsipras, el joven idealista convertido en político pragmático

El líder del partido radical griego, Syriza, pretende consolidar su anterior mandato con los comicios de este domingo y debilitar las voces críticas en su propia formación

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Nació en Atenas, nunca usa corbata y su equipo de fútbol favorito es el «Panathinaikos». Alexis Tsipras se convirtió en una de las figuras clave de la política europea tras su éxito en los comicios generales del pasado 25 de enero, una victoria que festejó con un anuncio tajante: «Hoy hemos terminado con la austeridad. La troika pertenece al pasado». La difícil situación económica del país trastocó esta promesa meses más tarde, provocó la negociación de un tercer rescate y abrió una brecha en Syriza, la formación de izquierda del dirigente. La revuelta en el seno del partido se saldó con la escisión: los más radicales, críticos tras el resultado de las negociaciones con Bruselas, dieron un portazo y crearon «Unidad Popular».

El primer ministro movió entonces ficha. Para salvarse, dimitió de su cargo y provocó la convocatoria de elecciones anticipadas este domingo, con el objetivo de que las urnas consoliden su mandato.

Las decisiones pragmáticas del ex primer ministro contrastan con las convicciones de su juventud. Tsipras nació el 28 de julio de 1974, poco días después de la caída del régimen dictatorial impuesto por la Junta de los Coroneles. Su padre, propietario de una pequeña empresa, votó siempre a «Pasok», el partido socialista griego hundido durante las elecciones generales de enero de 2015. No heredó su ideología. Desde finales de los 80, militó en las Juventudes Comunistas y participó en las protestas estudiantiles de enero de 1991, que encabezó en su instituto. Un liderazgo que le llevó a la televisión, donde explicó las reivindicaciones y quejas de los alumnos. Su centro de estudios no solo jugó un papel clave para su formación política. Allí conoció a su pareja, Peristera Batziana, apodada «Betty» e ingeniera informática de profesión. No están casados y tienen dos hijos: el mayor se llama Pávlos, en honor al abuelo parterno, y el menor Orfeo-Ernesto, por homenaje al «Che Guevara», el guerrillero argentino.

Ingeniero civil por la Universidad Politécnica de Atenas, la carrera política de Tsipras comenzó en la coalición izquierdista Synapsimós en 1999. La formación, creada en 1991, surgió de la crisis que vivió el comunismo europeo con la desaparición de la Unión Soviética ese mismo año. De tinte reformista, se integró en Syriza en 2004 y así concurrió a las elecciones municipales de 2006. En esos comicios, el dirigente se presentó como cabeza de lista por Atenas y obtuvo un buen resultado: accedió al acta de concejal con el 10,5% de los votos. El paso decisivo llegó en 2008, cuando fue nombrado secretario general de su partido. Con 34 años, era el dirigente más joven de Grecia.

Revuelta abortada

Tsipras siempre ha querido explotar un perfil renovador, alejado de la vieja clase dirigente. En un artículo publicado en el diario francés «L'Express», Samir Hammal, profesor la prestigiosa facultad «Sciences Po», destaca el simbolismo que encierra el desprecio por las corbatas del político griego: «Alexis Tsipras es alérgico a este accesorio. Siempre el mismo combo: camisa blanca o azul ligeramente abierta, llevada bajo un traje gris, azul o negro. Le hace parecer tranquilo, pero a la vez creíble. El juego de las apariencias políticas es sutil. Una camiseta abierta pero que no deja ver el torso prueba seriedad. La ausencia de corbata sirve para destacar que es un hombre político cercano al pueblo en una sociedad marcada, más que nunca, por las desigualdades». Matteo Renzi, el primer ministro italiano, le regaló una durante su visita a Roma del pasado mes de febrero. «Cuando llegue el momento en que Grecia salga de la crisis, que llegará, queremos que pueda usar una corbata italiana», apostilló el líder del Partido Democrático.

«Tsipras, de 40 años, puede seguir negándose a llevar corbata, pero ha recorrido un largo camino hacia la normalidad», afirmó Suzanne Daley en julio, en un reportaje publicado en el diario estadounidense «The New York Times». Una observación sustentada en las últimas decisiones del entonces primer ministro heleno. La semana anterior, después de aceptar el tercer rescate con los acreedores internacionales y someterlo a votación, fue abandonado por los diputados díscolos de su partido. De los 149 miembros de su grupo parlamentario, un total de 39 rechazaron los nuevos ajustes. El dirigente decidió entonces atajar la revuelta abierta en Syriza y castigó a las cabezas de la rebelión. Como a Panayotis Lafazánis, a quien cesó como ministro de Reconstrucción de la Producción, Medio Ambiente y Energía. La grieta se hizo más honda: decepcionados con su líder, los miembros más radicales abandonaron la formación y fundaron «Unidad Popular».

El 20 de agosto, Tsipras anunció su dimisión. Grecia había abonado horas antes los 3.200 millones de euros adeudados al Banco Central Europeo. El presidente de la República, Procopis Pavlópulos, inició entonces una ronda de consultas a los principales partidos de la oposición. Incapaces de formar gobierno, el jefe de Estado convocó las elecciones generales anticipadas de este domingo. El futuro del país está en el aire, como la carrera política del líder de Syriza.

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