Iglesia de San Juan de Ribera: el programa de un nuevo párroco

El templo, erigido en El Viso en 1965, presta ayuda asistencial a más de diez familias

Fachada principal del colegio San Ramón y San Antonio, donde está la parroquia ISABEL PERMUY
José Francisco Serrano Oceja

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Los traslados de párrocos en Madrid nos preceden. Al fin y al cabo, la historia enseña que los obispos y los párrocos cambian; las diócesis y las parroquias , permanecen. Bueno, también las fundaciones pías, canónicas. Nos encontramos de nuevo al sacerdote José Andrés Silva que desde San Miguel Arcángel, en Carabanchel, ha sido destinado a El Viso, traslado significativo de geografía humana y urbana. Ha llegado a esta parroquia de San Juan de Ribera, calle de Rodríguez Marín, 57, hace tres meses , en constelación de Iglesia, colegio y centro asistencial de atención a niñas, para también formar parte del patronato de la Fundación Fusara, Fundación de Santamarca, de san Ramón y san Antonio, que se define como «una entidad de carácter social cuyo principal objetivo es la formación de los niños y jóvenes, que en el futuro formarán el músculo de nuestra sociedad, con responsabilidad y eficacia».

Párroco y capellán, servidor y servicio. «Las personas de la parroquia son muy amables, educadas. Me preguntan -confiesa José Andrés- ¿Está contento con nosotros? ¿Le hemos acogido bien? Por supuesto. Pensaba en la jubilación y aquí me tienes». San Juan de Ribera , Valencia en Madrid, obispo, virrey, defensor de la verdad católica, educador del pueblo.

El magnífico templo de la parroquia, un gótico que te eleva hasta la cúpula del cielo, es la antigua capilla del señorial edificio del colegio San Ramón y San Antonio. Atravesamos una riada de niños y niñas para acceder al santuario de una iglesia que alberga una reliquia del Lignum Crucis , de la cruz de Cristo, sobre la que pivotan algunas de las más acendradas devociones de la parroquia, como es el vía crucis de los últimos viernes de cada mes o los de los viernes de Cuaresma. Colorido, limpieza ornamental, un altar recién restaurado sobre el original de Félix Granda y según su espíritu. Por cierto, hablando de reliquias, también nos encontramos con una de san Francisco de Borja y otra de san Pío X. Certificadas ambas, por supuesto.

La parroquia fue erigida en julio de 1965, según acta originaria en la iglesia-capilla del «orfelinato de San Ramón y San Antonio», allá cuando don Casimiro Morcillo, en su respuesta eclesial a la expansión del desarrollismo, aprovechaba todo resquicio de eclesialidad para erigir una parroquia. En la fachada del imponente edificio, de estilo neogótico madrileño , se encuentran dos amplias lápidas de mármol que dicen: «Este edificio ha sido construido a expensas de doña Antonia González y Pérez, viuda de Pallarés, habiendo comenzado las obras el 23 de julio de 1923». Y en estricto paralelismo arquitectónico, otra leyenda: «Fue inaugurado este edificio por el patrono designado por la fundadora D. Julián Roldan asistido de los patronos que han de sucederle en 13 de junio de 1926». Historia que perdura, huella en la materia, como las parroquias.

Seis mil almas

Al párroco le ayudan el sacerdote indio Thomas Joseph, el diácono permanente Gerardo Dueñas y don Luis Fernández, que es también la historia de la parroquia. En el territorio parroquial, de unas seis mil almas, viven los Heraldos del Evangelio, siempre dispuestos a echar una mano y a animar litúrgicamente las dignas celebraciones de esta comunidad. La parroquia cuenta con las catequesis preceptivas y con los siguientes grupos que conforman el nervio evangelizador: los Scout; Vida Ascendente; uno de matrimonios y uno de prebautimales, en una comunidad en la que existe una disponibilidad grande, incluso de horarios, para los bautizos y las celebraciones del matrimonio; uno denominado «Alianza de amor», que, según el párroco «son unas magníficas señoras que rezan por los sacerdotes, que tanta falta nos hace»; un taller de oración del padre Larrañaga; y también la Cáritas , que lo es de acogida y de ayuda en la soledad.

Más de una decena de familias, que ante lo tenían todo y ahora lo reciben casi todo de los hermanos. El párroco, siempre atento y dispuesto, sintetiza su programa: «Conversión del corazón, poner los ojos en Cristo. Nunca juzgar al hermano y respetar las distintas sensibilidades en la Iglesia, siempre desde una sola fe, un solo bautismo, un solo Señor». Consejos de la experiencia, ahora renovada en esta parroquia que es más que parroquia, es conjunción de tiempos y espacios.

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