Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal
Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal - AFP

El parón mundial fuerza a los bancos centrales a sacar toda su artillería

La batería de estímulos del BCE ha contagiado a la Fed, que mantuvo los tipos esta semana, y al resto de autoridades monetarias del mundo

Madrid Actualizado: Guardar
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La ralentización del crecimiento, la caída de los precios de las materias primas y las turbulencias en los mercados financieros están lanzando señales sobre la fragilidad de la economía mundial. Este debilitamiento global ha llevado a los principales bancos centrales a revisar su estrategia anticrisis. A primeros de año, Japón dejó los tipos en terreno negativo, después China bajó el coeficiente de sus reservas y, en poco más de una semana, cerca de media docena de supervisores han emprendido una cascada de rebajas o mantenimiento de tipos para estimular el crecimiento y combatir la deflación. Reino Unido, Noruega, Suiza, Nueva Zelanda, Indonesia... las autoridades monetarias están sacando toda su artillería para animar sus economías. Todos han mantenido o bajado sus tipos en poco más de una semana.

El último Noruega, que ayer los redujo al 0,5%. ( Visualiza aquí el videoanálisis del redactor)

Antes lo hicieron el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos. El supervisor europeo adoptó la semana pasada otra histórica batería de medidas monetarias expansivas. Aumentó las compras de activos mensuales a 80.000 millones y redujo los tipos de interés oficiales hasta el «gratis total». El miércoles la Fed decidió mantener los tipos sin cambios en la franja del 0,25% y el 0,5%.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) ya rebajó en enero sus cálculos para el crecimiento de la economía mundial del 3,6% al 3,4%. La incertidumbre planea sobre la economía mundial y varios factores alimentan el temor. La inestabilidad del precio del petróleo y el impacto que los bajos precios pueden tener en los países productores y en las compañías petroleras; la debilidad de los mercados emergentes, el temor a que la economía estadounidense frene en seco ante la retirada de los estímulos; el «Brexit» y las consecuencias económicas que provocaría; o la incapacidad de la eurozona para generar un sólido crecimiento.

Emergentes. La incógnita de China

El profesor de Esade, Pedro Aznar, cita a China como la «mayor preocupación de la situación económica global». Por el momento, Pekín ha anunciado reformas para preparar la transición de un modelo basado en las exportaciones a otro con más impulso del consumo y la demanda interna. Pero hasta entonces, según sus previsiones, China crecerá entre un 6,5 y un 7% este año, su peor dato desde 1990.

Ello provoca que la demanda global se debilite ante el menor tirón de la segunda potencia económica mundial. Y a menor crecimiento, menores compras al exterior, lo que afecta a una paleta de países, que van desde Brasil a Alemania, grandes socios comerciales de China. En el caso de países productores de petróleo como el gigante iberoamericano, la caída del precio del crudo golpean con más fuerza a sus cuentas.

Estados Unidos. Preocupación por la locomotora

EE.UU. roza el pleno empleo (4,7% de tasa de paro), pero su economía avanza más lentamente de lo esperado. La caída del precio del petróleo ha frenado inversiones en el sector energético y la subida de tipos ha fortalecido el dólar -y ha debilitado las exportaciones norteamericanas-. En este escenario, la primera potencia del mundo creció un 2,4% en 2015, igual que en 2014, lo que siembra dudas sobre si será capaz de avanzar sin el colchón de los estímulos monetarios. La Fed mantuvo los tipos en la franja del 0,25% y el 0,5% y, además, reducirá el ritmo de nuevas alzas.

Europa. España, el motor del continente

Siete años después de que el estallido de las «subprime» en EE.UU. llevara a Europa a una de las peores crisis de la historia, el motor de la zona euro no termina de arrancar. En 2015 creció un 1,5%, pese a que los tipos llevan años rozando el 0%; la inflación tampoco sale de la línea roja del 0% y la tasa de paro sigue bordeando el 20%. España creció el año pasado un 3,2%, más del doble que la media. Lejos están Alemania y Francia, con alzas del 1,7% y 1,1% e Italia, un 0,7%, que es ahora el enfermo del euro y la principal fuente de preocupación. Por la enorme debilidad de su sistema financiero, con créditos dudosos por importe de 350.000 millones y porque su deuda pública sigue siendo muy elevada, en torno al 130% del PIB.

Ante este escenario, las autoridades monetarias se aprestan a actuar. «La cuestion de fondo es que estas medidas monetarias compran tiempo para crear unas condiciones financieras favorables para la economía real. Son positivas para el crecimiento, el problema es si serán suficientes», sostiene José Luis Martínez Campuzano estratega de Citi en España. Por si quedaban dudas, el propio presidente del BCE, Mario Draghi, volvió a pedir ayer que los gobiernos de la Eurozona actúen, con «más reformas, inversión pública y bajar impuestos». La pelota está en el tejado de los gobiernos.

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