Critica de Teatro

«Las canciones» una catársis necesaria

La obra, dirigida y creada por Pablo Messiez, se ha estrenado en Sevilla en el Teatro Central

El director teatral Pablo Messiez Vanessa Rabade

Marta Carrasco

Pablo Messiez ha tomado de Chejov toda su dramaturgia para desde los postulados de obras como «Las tres hermanas» o «Ivanov» hacernos una propuesta de lo más novedosa: hay que escuchar las canciones, no hablar, porque si se habla hay ruido y se miente, y de esta manera ha creado la obra titulada «Las canciones».

Messiez no sólo les pide a sus actores que hagan un acto de fe en esta creencia de que es necesario escuchar, sino que se lo pide también a un público que, entregado desde el minuto uno, se siente empático con el personaje de Olga cuando dice que, al cantar el cuerpo recuerda que hay algo más en las palabras que unas ideas en los labios.

Pero no es Chejov su única fuente de inspiración, porque en medio de la obra se escuchan los textos de Rilke, se menciona a John Cage y en los diálogos pueden oirse fragmentos de canciones de Rocío Jurado..., «se nos rompió el amor...»

La obra tiene, como si fuera un disco, cara A y cara B . Tres hermanos se han retirado de la escena pública. Conmemoran el fallecimiento de su padre, a quien achacan, además de hacer bellas canciones, una acción inconfesable, deplorable, que nunca definen pero que les daña en lo más profundo.

Una caja negra preside la escena, a teatro abierto, hombros y chácena, y en un momento dado se abre hacia los laterales y la magnífica escenografía de Alejandro Andújar convierte el escenario en una especie de espacio acústico, repleto de altavoces que hacen que los intérpretes escuchen con enorme precisión, «preciso», dice uno de los actores varias veces, las canciones.

Porque la obra tiene una banda sonora de dieciocho canciones , desde Mastelloni a Carmen Linares; de Liza Minelli y Jacquel Brel, de Bárbara Hendricks a Violeta Parra, de Cecilia Bartoli a Etta James..., y así van sucediéndose. En el programan nos indican que están disponibles en spotifty.

El resultado es brillante . Si la primera parte tiene un acusado rasgo más hacia el humor que hacia la tragedia a la hora de presentar los personajes, en la cara B es justamente al revés. Los tres hijos están tan dañados por el recuerdo del padre, que el dolor los traspasa, y sólo la mujer del único varón (genial Carlota Gaviño en la ignorada ama de casa), nos devuelve a la tierra.

El trabajo actoral es soberbio , no sólo por el enorme ritmo que Messiez les exige, sino también por la estupenda forma de decir el texto, algo que en los últimos tiempos se cuida tan poco. No nos deja ni un minuto de respiro, ni siquiera en la pausa de quince minutos en la que con la versión de Nina Simone de «My sweet lord» de George Harrison, consigue que el público se ponga a bailar en el patio de butacas con algún espontáneo en la misma escena.

Hay algo de catársis contagiosa en esta obra de Messiez, en la que su lucimiento como director de actores es palpable, y donde cualquier recuerdo tiene cabida a través de estas dieciocho canciones que escuchan los siete estupendos intérpretes: Javier Ballesteros, Carlota Gaviño, Rebeca Hernando, José Juan Rodríguez, Íñigo Rodríguez-Claro, Joan Solé y Mikele Urroz. Y como la obra termina en la casi intimidad del dolor, el director no quiere que el público se quede ahí y haciendo un remedo de los espectáculos de danza, hace un segundo saludo, eso sí con otra nueva música cañera y la coreografía de Lucas Condró que consigue ponernos a todos en pie y acabar allá arriba. «Las canciones», tal y como quería Messiez, nos invitan a pensar, pero sobre todo a detenerse, y escuchar.

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