Carlos Saura: «Soy muy enemigo de los grandes nombres»

Su vuelta a la escena de la mano de García Márquez, con «El coronel no tiene quien le escriba», coincidió con un homenaje en Huesca

Carlos Saura, con uno de los «protagonistas» de la obra: el gallo Sergio Parra
Julio Bravo

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Carlos Saura (Huesca, 1932) es uno de los grandes referentes de nuestro cine y, aunque su carrera teatral es mucho más escasa, no es un novato en este mundo. Suyos son espectáculos como el ballet «Carmen», junto a Antonio Gades; la ópera homónima, que ha puesto en escena en varias ocasiones;y su último trabajo escénico hasta ahora, «El gran teatro del mundo», que presentó en Matadero.

Su vuelta a la escena se produce de la mano de Gabriel García Márquez y de la que él calificó como su mejor libro: «El coronel no tiene quien le escriba» . Ayer viernes se estrenó en Huesca la adaptación teatral que ha hecho de la novela Natalio Grueso , exdirector del Teatro Español, y este fin de semana se puede ver en Zaragoza. Juan Diego encabeza el reparto, que completan Cristina de Inza, David Pinilla, Fran Calvo y Marta Molina. El estreno ha coincidido además con el homenaje que su ciudad natal, Huesca , le ha dedicado. El Auditorio del Palacio de Congresos de la capital aragonesa se llama, a partir de ahora, Carlos Saura. Sobre la obra habla el director con ABC.

—Nuevamente teatro, después de «El gran teatro del mundo», de Calderón. ¿Cómo se siente en este medio?

—Es un lenguaje completamente distinto al cinematográfico. En el teatro todo vale, es una realidad mucho más inventada y eso me gusta mucho. Al contrario, cuantas más cosas pasen que no sean realidad, mejor. He dirigido otras obras de teatro, musicales, ópera y es un medio en el que me siento muy cómodo y muy a gusto trabajando en él.

—García Márquez son palabras mayores en la literatura actual. ¿Impone más respeto enfrentarse a un texto suyo que a otro autor?

—La verdad es que no, es el mismo respeto al que puedo tenerle a otro autor o a cualquier otro texto. Yo soy muy enemigo de los grandes nombres, creo que los grandes nombres, al fin y al cabo, son seres humanos como todos. Ésta es una obra muy sencilla y muy minimalista sobre una pareja que espera algo que nunca llega, y eso es algo que a todos nos puede pasar.

—¿Qué dificultades entraña trasladar al teatro el universo tan particular de García Márquez? ¿Y la exuberancia de una novela como ésta? ¿Qué se ha quedado en el camino de la novela a la escena?

—Nunca me he preocupado de saber qué se queda y qué no; es una versión que me parece muy adecuada, es una adaptación de Natalio Grueso, un gran autor y que me gusta mucho. Yo he intentado que en la representación se entienda ese texto y se vea cómo estos personajes, que son muy básicos, se entiendan lo mejor posible. Además, hay una figura esencial, que es la del gallo, que representa la esperanza de un mundo mejor. Me ha parecido uno de mis trabajos más sencillos, ya que, como digo, estoy muy a gusto con el texto y cuento con actores maravillosos. He observado la obra y he intentado buscar los momentos más intensos, la escenografía… Pero el mérito no es mío, es del autor y de los actores protagonistas.

—¿Qué es lo que más le llama la atención de la historia?

—El clima de la obra. Hay un clima muy intenso dentro de la obra en la relación del coronel con su mujer; es una relación entre la tensión y la obligación de la vida con el amor. Es una pareja que se ama, pero que al mismo tiempo tiene que superar momentos vitales y existenciales para sobrevivir.

—¿Qué es lo que nos cuenta hoy en día? ¿Ha sido difícil encontrar el puente que conecte con los espectadores actuales o la historia es perfectamente actual?

—Lo bonito de este texto precisamente es que es un texto muy humano y con mucha relación con el mundo actual y nuestra forma de vivir y de pensar. Los problemas que aparecen en la obra son problemas cotidianos y que conectan con cualquier persona, por lo que no ha habido mayor dificultad a la hora de encontrar un vínculo con la actualidad.

—Este montaje supone su reencuentro con Juan Diego. ¿Cómo influye la presencia de un actor de su talla en un montaje como éste, y cómo ha sido el trabajo con él?

—Me siento muy cómodo trabajando con él, trabajamos muy bien juntos, hacía tiempo que no lo hacíamos y siempre hemos tenido una excelente relación. Trabajar con un actor de esta talla siempre es un privilegio. Juan es un actor orgánico, como dice él, es un actor maravilloso y peligrosísimo porque es capaz de improvisar lo que sea, no se para. Es un trabajador infatigable, está siempre trabajando y tiene esa capacidad un poco anárquica de inventarse lo que sea cuando no se sabe bien el texto, y eso me gusta mucho.

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