CRÓNICA CONCIERTO

Silvia Pérez Cruz, un delicado susurro del alma hecho armonía

La artista catalana cautiva en el Lope de Vega con un cancionero ecléctico y la complicidad del pianista Marco Mezquida

Silvia Pérez Cruz y Marco Mezquida durante su actuación de anoche en el Lope de Vega F.R.M.

Fernando Rodríguez Murube

Para sumergirse en el dulce océano musical de Silvia Pérez Cruz se antoja harto recomendable hacerlo con traje de buzo y una fiable bombona de oxígeno. No cabe otra. No se sabe con antelación hasta dónde se llegará exactamente, lo que sí es tan seguro como que uno y uno son dos es que se llegará a lugares muy profundos , acaso, incluso, inexplorados de la sensibilidad.

Porque la catalana es una artista superdotada, capaz de desarrollar música suntuosa sin apenas ayuda externa . Su exquisita voz aquieta el corazón tanto como excita el imaginario, transformando cualquiera de las canciones de su excepcional y ecléctico cancionero—que abarca desde el jazz hasta la bossa, pasando por el fado, la canción popular y el pop-rock— en un susurro del alma hecho armonía.

Anoche, Sevilla, adonde Silvia Pérez Cruz regresaba justo dos meses después de su exitosa actuación junto a la bailaora Rocío Molina en la Bienal de Flamenco , volvió a gozar de lo lindo de una artista superlativa que derrocha musicalidad por cada uno de sus poros. El siempre solemne Teatro Lope de Vega, lleno a rebosar tras venderse todo el papel, fue testigo del caudal interpretativo de una cantora en estado de gracia y de la perfecta comunión musical y personal entre la de Parafrugell y el magnífico pianista Marco Mezquida.

Según confesó la ganadora de dos premios Goya , ambos llevaban tiempo con ganas de juntar sus caminos y dar rienda suelta durante un tiempo a sus inquietudes artísticas , algo que ya hicieron el pasado mes de agosto en el Festival de Peralada. Anoche fue la segunda vez que se subían de la mano a un mismo escenario para defender un repertorio.

Virtuosismo y confianza mutua

Y lo hicieron, a conciencia, bajo con la espontaneidad por bandera, para así disfrutar de los arrebatos sin corsés que lo impidiesen. Para ello, ambos arribaron a la capital hispalense sin apenas rutinas aprendidas (los dos cuentan con proyectos paralelos) siempre en búsqueda de la respuesta fresca, de la intuición inmediat a. El asaz virtuosismo de uno y otro y la confianza mutua dejan como resultado un magnífico dueto que hará disfrutar de lo lindo en la decena de conciertos que tienen programados para este final de año, el primero de ellos será esta noche en Noruega.

Entre la veintena de temas que interpretaron en el Lope de Vega abundaron las versiones. Tremendas versiones. Comenzaron con «My funny Valentine», «Vestida de nit» (de su padre), luego llegarían los ritmos brasileros de «Menina» y «Asa branca», para pasar a cantar los bellos y cadenciosos versos lorquianos de «El niño mudo» , el lamento latinoamericano de «La llorona» .

«Plumita», «Mañana» o «Siga el baile» pusieron los sentimientos a flor de piel. «Me acabo de dar cuenta de que se me han saltado las lágrimas por la emoción, está siendo una noche mágica», confesaba Silvia con la eterna sonrisa que dibuja su rostro.

Otro de los momentos más bellos de la velada fue la arriesgada propuesta de unir sin solución de continuidad el canto cristiano «Christus factus» con el «Lonely woman» del saxofonista Ornette Coleman.

Para los bisses, tras una atronadora ovación, dejó joyas que ya por sí solas bien merecían pagar la entrada: «No surprises» de Radiohead —tocada con un piano de reducidísimas dimensiones, como de juguete— y la traca final de la bellísima «Pequeño vals vienés» , el poema de Lorca al que el eterno y añorado Leonard Cohen puso música, que la catalana interpretó anoche maridando a la perfección un canto desgarrado con la dulzura subrepticia que inevitablemente impregna cada una de las notas que brotan de su privilegiada garganta.

Sin duda, una inmejorable manera de despedir un concierto de más de dos horas que emocionó sobremanera tanto a los habitantes del escenario como a los de las butacas.

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