CRÍTICA DE DANZA
«Grito pelao»: la madre de todos los bailes
Rocío Molina y Silvia Pérez Cruz se unen en un espectáculo sobre la maternidad
De la unión de dos artistas tan sobresalientes como Rocío Molina y Silvia Pérez Cruz es lógico pensar que salga algo también sobresaliente. « Grito pelao », el trabajo que acaban de presentar en los teatros del Canal, después de estrenarlo en el pasado Festival de Avignon, lo es. Y no solo porque ambas artistas estén tocadas por una varita mágica , sino porque la esencia de este trabajo, su raíz y su motor, está también en la esencia de la mujer: la maternidad .
Rocío Molina nunca ha tenido complejos a la hora de subirse a un escenario. Seguro que los oídos le han pitado más de una vez por los comentarios de los puristas del flamenco , reacios a abrir las puertas a todo lo que suene a novedoso. Esta vez la bailaora ha dado un paso más, y se presenta en escena luciendo un embarazo de veintiocho semanas ( lo dice ella misma en escena ). Pero su bendita falta de pudor va más allá: también ha convencido a su madre para que le acompañe y de unas pinceladas de danza; y protagoniza, al final del espectáculo, un valiente desnudo -eso sí, en una escena excesivamente morosa-.
«Grito pelao» es un trabajo hermoso y magnético, descarnadamente sincero , en el que, en un bello envoltorio, Rocío Molina y Silvia Pérez Cruz despliegan su desbordante talento. Aquella con un baile necesariamente contenido, pero al tiempo rabioso y salvaje; la cantante con la dorada alquimia de su voz. Y las dos con su fascinación, con su capacidad de comunicación, su naturalidad y su humor -a los que se suma Lola Cruz , la madre de la bailaora-. Pero no pregunten de qué va ni cómo es el espectáculo. Sí, la maternidad tiñe la función hasta hacerla monocolor, pero es, como el propio estado, un carrusel de emociones (en el escenario y en el patio de butacas). Es la madre de todos los bailes.
