Tom Jones, durante una de sus últimas actuaciones en España
Tom Jones, durante una de sus últimas actuaciones en España - Ángel de Antonio

Tom Jones, un volcán en erupción en el Festival de Pedralbes

El cantante galés repitió el éxito de su actuación de 2014 echando mano del blues explosivo y la electricidad turbia

BARCELONA Actualizado: Guardar
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La madurez, sobre todo si hablamos del pop, suele ser sinónimo de otoño creativo y de discreta retirada a los cuarteles de invierno de la canción, pero Tom Jones se ha empeñado en convertir sus setenta en una década de exultante plenitud. Así, no contento con haber borrado las huellas de esa década de duetos y confusión que fueron los noventa con tres sentidos y espléndidos discos grabados junto a Ethan Jones, algo así como su Rick Rubin particular, el galés sigue transformando sus directos en portentosas y volcánicas explosiones de rhythm and blues, gospel y rock and roll esencial.

Nada de lencería volando hacia el escenario, pelambrera pectoral al aire y pop lúbrico servido entre caderazos festivos: todo aquello forma parte ya de un pasado

que el galés solo visita para recuperar algunos de sus viejos éxitos y darles un vistoso volteo entre guitarras abrasivas, teclados juguetones y vientos brillantes. Y con esos ingredientes y una voz en plena forma se presentó anoche de nuevo en el Festival Jardins de Pedralbes para firmar otra gran exhibición de poderío vocal y esplendor creativo a mayor gloria de John Lee Hooker, Leonard Cohen, Blind Willie Johnson, Gillian Welch o Prince, de quien se acordó ya casi al final con una jovial versión de «Kiss».

El factor sorpresa, es cierto, fue menor para quien ya lo hubiese visto hace dos años en el mismo escenario, pero sólo por descubrirle braseando el «Burning Hell» de John Lee Hooker acompañado únicamente por guitarra y batería o abrazando la electricidad turbia y temblorosa en «Elvis Presley Blues» y «Soul Of A Man» ya mereció la pena. Además, y a diferencia de otros compañeros de generación acostumbrados a hacer oídos sordos en directo a sus últimas grabaciones de estudio, Jones se acordó del reciente «Long Lost Suitcase» para descorchar la herrumbrosa «Take My Love (I Want To Give It)» y adentrarse en la senda del folk festivo con «Raise a Ruckus«.

Otro de los grandes alicientes de esta nueva versión de Tom Jones, mucho más sobria en lo gestual pero implacable y feroz en lo musical, es el de verle encajar todas las piezas de su repertorio y fabricar nuevos ropajes para canciones un trillón de veces cantadas y manoseadas. Y tampoco ahí defraudó: «Sex Bomb» renació con arranque casi a capella y ritmo recién importado de Nueva Orleans; «Delilah» se despegó del original para reforzar acentos sureños y contornos latinos en una nueva lectura que bien podrían haber firmado Los Lobos; e «It’s Not Unusual» se encomendó al acordeón para regalarse una nueva piel mucho más apetecible.

Acostumbrado a manejar su voz como si fuera un volcán del que puede abrir o cerrar la espita a su antojo, Jones se exhibió con una rotunda y abigarrada «Thunderball» y sacó a pasear ese trueno que habita en su garganta en «Mama Told Me Not To Come» y «You Can Leave Your at On», pero también marcó perfil sobrio y contenido para acordarse de su mujer, fallecida el pasado mes de abril, en la sentida «Tomorrow Night»; dejó el «Tower Of Song» de Leonard Cohen en los huesos; y celebró su amistad con Elvis Presley con una áspera «Run On». Dos caras diferentes pero igual de brillantes de ese impecable esplendor creativo en el que Jones, de 76 años, ha decidido instalarse hasta que el cuerpo y la voz aguanten.

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