Los diez mejores discos nacionales de 2016

Leon Benavente, Manel y Silvia Pérez Cruz reinan en una lista donde conviven grupos consagrados con debutantes

MADRID Actualizado: Guardar
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León Benavente confirma con «2» su asalto a la primera división del «indie» nacional y se alza con el primer puesto de la lista de los mejores discos nacionales de 2016, realizada entre los críticos y melómanos de ABC. Cuatro músicos veteranos —Abraham Boba, Luis Rodríguez, Eduardo Baos y César Verdú— que abandonan sus papeles secundarios como banda de acompañamiento de Nacho Vegas para alzarse, con este disco, en protagonistas. Y se imponen a los catalanes Manel, que coronaron de nuevo la lista de ventas con su genial « Jo competeixo», o Silvia Pérez Cruz, que ha vuelto a hacer diana con « Domus».

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10. Sr. Chinarro

Unas palmas y un leve jolgorio de fondo animan a Antonio Luque a recitarnos una nueva píldora de sabiduria: «La verdad es solo un chiste y será de pronto dicha, es la vida sencilla si aprendiste a cantar y bailar», nos instruye el artista en «Ciudad provisional», uno de los mejores temas de «El progreso», su decimosexto disco, y que discurre en la línea de cantautor pop accesible de la última década.

El bueno, el feo y el malo, cuya melodía ralentizada suena al inicio de la «La fiebre del oro», aparcarían momentáneamente sus diferencias al escuchar la joya homónima, un bellísimo medio tiempo a dúo con Soleá Morente, en el que el compositor sevillano estribilla: «Yo creeré en el progreso cuando vuelvas a darme un beso». Pero en donde también entona: «El reloj que me diste hace mil años que no funciona»./ JAVIER VILLUENDAS

9. Quique González & Los Detectives: «Me mata si me necesitas»

El nuevo trabajo de Quique González pone de relieve, una vez más, su pericia para adentrarse en la tradición norteamericana. En la línea de su anterior trabajo, «Delantera Mítica», el madrileño presenta un acabado más crudo, rockero, que va diluyéndose en el eco de Bob Dylan y Pete Seeger sin perder la calidez que caracterizó «Daiquiri Blues». Su sonido, limpio y preciso, rápidamente confirman «Me mata si me necesitas» como uno de los mejores álbumes de su carrera, en el que conviven los arrebatos de mayor luminosidad («Sangre en el marcador») con sus reconocibles susurros intimistas («Ahora piensas rápido»). Pero es en «La casa de mis padres» donde las palabras de González nos golpean con mayor intensidad: una honestidad extrema y corrosiva (“Nadie te cura en la basura de las horas muertas”) que fluye con una intensidad que recuerda a la de sus primeras composiciones./ LUIS M. ONTOSO

8. Julián Maeso: «Somewhere Somehow»

Su tercer disco en solitario nos muestra lo que ya sabíamos: que Julián Maeso no es solo un amante de los sonidos «vintage», sino que su versatilidad y solvencia a la hora de moverse por las sendas del soul, del jazz-rock, la psicodelia y la americana music es pasmosa. En «Somewhere Somehow» hay pocas novedades, como ese funk grasiento que se cuela por «No Earthly Paradise» o «You Gotta», pero es que al exmiembro de The Sunday Drivers le basta con seguir escavando en las raíces setenteras, donde tiene base de sobra, para ofrecer música mayúscula, musculosa, repleta de detalles, como ese «Long winter drama» en el que una flauta, como quien no quiere la cosa, aparece como un soberbio complemento. Maeso hace gala de un virtuosismo poco habitual por estos lares a la hora de componer e interpretar, y que hace que su música suene atemporal. / PABLO MARTÍNEZ PITA

7. Forastero: «El submarinista en el tejado»

Imagínense al grandísimo Mulatu Astatke o al Getatchew Mekuria que facturó junto a The Ex algunos de los mejores discos de lo que llevamos del siglo XXI zampándose de un bocado a Thurston Moore, Mark Sandman, John McEntire o los hermanos Hartnoll. Eso son Forastero, algo así como la versión etíope de Morphine («Morfina»); Sonic Youth («Medicine Man»), Tortoise («Dormíamos, despertamos») u Orbital, a quienes realizan un inesperado homenaje con «The Box». Pero Forastero son, sobre todo, Forastero. Una banda original, contagiosa y electrizante a la que las etiquetas de rock, pop, soul, free jazz o afrobeat se le quedan cortas. Un grupo nuevo formado por viejos conocidos del underground patrio más gamberro, libre y desacomplejado (Daniel Niño, Javier Colis, Javier Díez-Ena, Juan Carlos «Chavi» Ontoria, Sergio Salvi y Javier «Carne Cruda» Gallego, tras la salida de Abraham Boba para centrarse en León Benavente), que surge de las cenizas de reivindicables proyectos como Ginferno, Los Saxos del Averno, Las Malas Lenguas o Dead Capo. Pasen y bailen, señores. / ISRAEL VIANA

6. Novedades Carminha: «Campeones del mundo»

Podían haberse conformado con seguir siendo los más gamberros y deslenguados del barrio, pero los gallegos Novedades Carminha han optado por dar un paso al frente para transformar el garage-punk pendenciero y despeinante de «Juventud Infinita» en una magistral lección de cómo convertir un sonido en una actitud y reinterpretar todo su imaginario estilístico desde las cimas del pop. Siguen siendo tremendamente irónicos y mordaces, pero se han librado de corsés demasiado ajustados y lo mismo coquetean con el folk bullanguero en «Chispas Relax» que picotean de los ritmos tropicales en «Cariñito» o asaltan la pista de baile con tajadas de funk contrahecho. He aquí, sin duda, los campones del mundo del pop frescales y bochinchero. / DAVID MORÁN

5. Triángulo de Amor Bizarro: «Salve discordia»

Invocando al lado hipnótico de la fuerza y tomando impulso cósmico desde el más terrenal de los barrizales, la apisonadora sónica de los gallegos continúa triturando etiquetas y arrasando lugares comunes. En su cuarto disco amplian la paleta expresiva y suman nuevas e identificables referencias estilísticas (incluso por primera vez hacen honor a su nombre con la muy New Order «Baila Sumeria»), pero su personalidad es tan marcada, tienen sus oscuras ideas tan claras, que siempre acaban por asemejarse a una versión sensiblemente mejorada de ellos mismos. Magia enturbiada y precisión, la flema asomando entre las flamas… En un viaje de vértigo que inesperadamente se ha convertido en carrera de largo recorrido, esta es una nueva cumbre en la que cada detalle, aunque sea escupido a bocajarro, suma y destruye cualquier conato de indiferencia. / FERNANDO PÉREZ

4. Chucho: «Los años luz»

El retorno de Chucho tras doce años (¿de cautiverio?) contiene lametones y cálidos restriegues de lomera como el del estribillo de la balada « Cosas hermosas»: «No solo mueerdo... también sé hacer cosas... y regalaarte... ramos de rosas». Que luego continúa en un emocionante crescendo final: «Muerto por dentro, como las rosas... con sus espinas, las más espinosas». Esta alternancia de sensaciones, más bien agridulces en la complejidad de las cuidadas letras de Alfaro, conjugan en «Los años luz» un variadillo de sentimiento y lucidez envuelto esta vez en sonidos más pop de lo habitual. Aunque también hay bastante garage. En cualquier caso, siempre encontramos ahí al personalísimo Alfaro, emperrado en ser él mismo. Y eso es fenomenal, por descontado, aunque alguna vez se nos marque frases tan llamativas, en este caso en modo caballero medieval, como «sería un inmenso placer yacer con usted». / JAVIER VILLUENDAS

3. Silvia Pérez Cruz: «Domus»

Al repasar el cauce de la crisis, «Domus» (2016) aparecerá como un brillante exponente de la canción social de estos años. El cariz compasivo se impone al combativo aunque ambos están unidos y se paladean en la dulce voz de Silvia Pérez Cruz. Con los ecos del «Gallo rojo, gallo negro» de Chicho Sánchez Ferlosio con el que cerraba la edición especial de «Granada» (2014) comienza "No hay pan", estremecedora suite que abre el disco y resume su espíritu:  «Es indecente, gente sin casa, casa sin gente». Frente al mensaje político, Pérez Cruz opta por mostrar el lado humano y la indefensión de los desahucios, tema central de "Cerca de tu casa", la película a la que pone música "Domus" y en la que actúa la propia cantante. El disco trasciende la mera banda sonora, pero tampoco se entiende sin el filme: "Cuota da lua" y "Ai, ai, ai"  fueron compuestas para sustituir en la película a la Lambada y a una canción de Shakira por lo prohibitivo que resultaba comprar sus derechos. Manifestaciones callejeras y escenas del largometraje resuenan ocasionalmente mientras que los actores Lluís Homar y Pepo Blasco cantan en varios cortes del disco. "Domus" ofrece una sensación de continuidad, de cuadro conceptual de un tiempo y una situación que nos ilumina y entristece a la vez a través de arreglos íntimos, voz desnuda y unas canciones personalísimas y emocionantes como "De frente" o "Verde". / JAVIER TAHIRI

2. Manel: «Jo competeixo»

Manel vuelven a confirmar su condición de reyes del pop con este cuarto disco, que les convirtió en el primer grupo de la historia que, cantando en catalán, consigue tres números uno consecutivos en España. Como si la cosa no fuera con ellos, huyendo de las trampas del éxito, pero facturando joyas maravillosas como « Sabotatge». Guillem Gisbert —acompañado de Arnau Vallvé, Martí Maymó y Roger Padilla— ha conseguido expandir las letras y el sonido de Manel hasta terrenos nunca antes explorados, pero sin tirar por la borda lo aprendido desde « Els millors professors europeus» (2008). « Jo competeixo» es su disco más inquieto y arriesgado hasta la fecha, dejando la producción por primera vez en manos de otra persona, Jake Aron (Grizzly Bear, tUnE-yArDs o Yeasayer), para coquetear con la electrónica al estilo de Brian Eno Les cosines»), homenajear a Juan Luis Guerra La serotonina») o dejarse inspirar por Dylan Avança, vianant»). ¿Quién dijo miedo? / ISRAEL VIANA

1. León Benavente: «2»

Su debut homónimo ya fue un notable toque de atención, un aviso de que León Benavente era mucho más que un frankenstein indie con músicos llegados de aquí y allá, pero «2» dinamita cualquier expectativa entre calambrazos de rock afilado, zarpazos de distorsión y esquirlas electrónicas. Con las letras de Abraham Boba retratando a dentelladas los males de la sociedad contemporánea y un retorcido diálogo entre sintetizadores y guitarras marcando el camino a seguir, la banda que completan Luis Rodríguez, Eduardo Baos y César Verdú ha cortocircuitado la canción protesta, ha obligado a entenderse a Can y The National y, en fin, ha conseguido algo tan poco común como firmar un álbum de rock de combate en el que lo lírico y lo musical no sólo van de la mano, sino que cristalizan en una decena de himnos de infarto. / DAVID MORÁN

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