Manel, camaleones del pop catalán

La banda barcelonesa se abre a nuevos texturas sintéticas en «Jo Competeixo», su cuarto trabajo

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Antes de desvelar siquiera el título de su nuevo trabajo, antes incluso de que «Sabotatge», el primer single de «Jo Competeixo» arrojase las primeras pistas sobre ese festín de sintetizadores, injertos electrónicos y pespuntes latinos, Manel ya tenían la agenda a rebosar. Del Primavera Sound al Festival de la Porta Ferrada pasando por el Granada Sound, Cap Roig o Mad Cool, la banda barcelonesa se ha convertido en un valor seguro dentro de la programación musical veraniega. «Igual cuando la gente escuche el disco dejan de llamarnos», bromean, conscientes de que la pirueta estilística de su cuarto trabajo, que sale hoy a la venta, es de las que marcan época y obligan a recalibrar las nociones asociadas a la banda.

Y es que lejos, muy lejos, queda ya aquel grupo de melancólica timidez que se estrenó entre ukeleles y melódicas con «Els millors professors europeus». A ocho años de su debut, los catalanes han dado (ahora sí) el gran salto y se han traído de Nueva York un disco en el que experimentan con nuevas texturas, arriman sus canciones a atmósferas sintetizadas y coquetean con un pop contemporáneo que lo mismo bordea a Vampire Weekend que rinde homenaje a Juan Luis Guerra. «Si se te enciende una luz roja porque estás haciendo algo que ya has hecho tienes que buscar soluciones. Cuando notas que algo que remite a alguna cosa que ya has hecho, lo esquivas», razonan.

Bien pensado, la novedad sería que Guillem Gisbert, Roger Padilla, Martí Maymó y Arnau Vallvé se hubiesen repetido. La voluntad de cambio, ese desafiarse constantemente para no acomodarse en una fórmula, es lo que les ha traído hasta aquí: tampoco hace tanto que se reinventaban en clave eléctrica y rugosa con su tercer trabajo, «Atletes, baixin de l’escenari», y ya han protagonizado una nueva pirueta para volver a romper el techo del pop cantado en catalán.

Basta con escuchar «Jo Competeixo» (la canción), con esos ocho minutos de cabriolas vocales, ritmos atropellados y rapeados, para constatar que si de algo andan sobrados los barceloneses es de ambición. «Tampoco creo que la gente que canta en catalán no haya sido ambiciosa, es que simplemente no sé hasta qué punto discos de la vieja industria se lo han podido permitir. Por ejemplo, si te fijas en “Una semana en el motor del autobús”, de Los Planetas, es un disco grabado en un contexto de una industria lo suficientemente musculosa como para que pudieran ir a Nueva York a grabarlo. Y grupos que cantan en catalán que lo hayan podido hacer creo que ha sido algo muy minoritario», apunta Guillem Gisbert.

Productor de estreno

Ellos sí que han podido y, después de pasar por una antigua iglesia de Woodstock y por un estudio de Brooklyn, han regresado con un disco en el que canciones como «Les cosines», «La serotonina» o «L’espectre de Maria Antonieta» amplían el marco sonoro y marcan aún más distancia con los héroes románticos de «10 milles per veure una bona armadura». Pero aunque cambien las armas, regresen los estribillos y aparezcan con fuerza teclados y sintetizadores, el resultado es el mismo: canciones con sentido y sensibilidad generosas en arreglos imaginativos y tocadas por primera vez por la varita mágica de un productor, labor que ha desempeñado el estadounidense Jake Aron. Una experiencia que, aseguran, no ha hecho más que enriquecer el resultado del disco. «Llega un momento en el que ya estás agotado, has abandonado la canción y de repente hay otra persona que te dice que puede ir aún más lejos. A veces necesitas una quinta opinión que desencalle cosas», explican.

Con el público de su lado -sus dos trabajos anteriores los convirtieron en la primera banda de pop que, cantando en catalán, alcanzaba el primer puesto de las listas de ventas- y mimados por la crítica, los barceloneses siguen fieles a sí mismos y, sobre todo, siguen empeñados en «no ser famosos más allá de sus canciones». «Todo lo que se aleje de lo estrictamente musical la decisión es básicamente no hacerlo», defienden.

Así, centrados en lo puramente musical y con un calendario a rebosar en el que después de las citas estivales ya contemplan nuevos movimientos -«tampoco somos el tipo de grupo que deja de hacer salas o teatros porque ha ido a festivales», aseguran-, la principal duda que deja «Jo Competeixo» es cómo se traducirá al directo un disco como este, tan rico en arreglos sintéticos y teclados flotantes. «Con un ukelele y un montón de reverb», bromean.

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