Las bandas sonoras de Hans Zimmer atraviesan la pantalla

Rodeado de amigos en el Real, el compositor comprimió su música en más de dos horas de espectáculo

Un momento del concierto de Hans Zimmer Isabel Permuy

Alberto Rodríguez Lapuente

Es inevitable la sensación de omnipresencia ante la música del compositor Hans Zimmer , desde hace más de tres décadas, uno de los grandes de la música cinematográfica. De alguna manera lo refleja el espectáculo « The World of Hans Zimmer », visto anoche en el Teatro Real inaugurando la cuarta edición del Universal Music Festival . Una celebración sinfónica, como bien viene a señalar el subtítulo de la propuesta, en la que la Zimmer se ha rodeado de viejos amigos y buenos colaboradores como el flautista Pedro Eustache, la violinista Rusanda Panfili, el guitarrista Amir John Haddad, o la cantante Lisa Gerrard. Al frente de todo ello, el director de orquesta Gavin Greenaway , quizá el intérprete que más cerca ha estado de Zimmer, que mejor conoce su obra y que, por lo tanto, más ha contribuido al reconocimiento final de un autor que acumula premios como el Óscar a la música de « El rey león », además de otras siete nominaciones y dos Globos de Oro, el último por « Gladiator », la película de Ridley Scott.

Sin duda, en la música de Zimmer hay un sentido legendario capaz de convertir imágenes aparentemente evidentes en una inquietante metáfora. Hay un ejemplo inmediato en el sentido horizontal de la BSO de « Dunkerque », tan contrario a la tensión vertical de la batalla. Incluso la intensidad racial que manifiesta el guiño flamenco incrustado en la partitura de la segunda parte de « Misión: imposible ». O la caricatura musical de «El rey león», tan original y distinta como pueda ser también la música de « Madagascar », dos ejemplos de dibujos animados en los que Zimmer se muestra particularmente curioso. Apenas son referencias que vienen a apuntar el complejo calado del universo musical de un compositor cuya sensibilidad tímbrica y habilidad evocadora alcanza a traspasar la pantalla.

« The World of Hans Zimmer » comprime todo ello en más de dos horas de espectáculo . Una gran orquesta, variedad de intervenciones solistas y corales, una pantalla con síntesis de imágenes de las películas y una pulsante iluminación. Y todo ello resulta sorprendente y hasta apabullante en el arranque, costoso en el desarrollo y efectista en el final. Porque también la música se Zimmer se recrea en fórmulas inmediatas que van desde el sostén minimalista, al diestro y contagioso sentido melódico, la evidente pulsión rítmica o el dominio especular del sentido emocional de las imágenes. Tiene razón cuando señala que su música está hecha para que la gente pueda disfrutarla, para que la comprensión sea clara e incuestionable. Habría que añadir que, a tenor de lo que anoche pudo verse en el Real, incluso para que pueda admirarla .

El espectáculo también intercala pequeños videos en los que Zimmer, en su estudio, habla con algunos amigos. Su presencia aunque virtual fue aplaudida de manera inmediata. Nadie podía imaginar entonces que finalmente y por sorpresa el compositor apareciera en el escenario tocando la guitarra. El gesto terminó convirtiéndose en el chute de adrenalina que cualquier incondicional habría deseado. Tiene gracia que sonando la música de « Piratas del Caribe » se hiciera posible el encuentro de Zimmer y sus amigos. La apoteosis para «The World of Hans Zimmer» encuentro diseñado a la medida del músico, de su obra y de sus infinitos fieles.

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