MÚSICA

«Wagner y el cine», de la valquiria al Séptimo Arte

Una miscelánea de ensayos analiza la relación entre la obra del músico alemán y la gran pantalla

Richard Wagner
Stefano Russomanno

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A la música de Wagner le sientan bien el cine y la guerra. Ya lo habían intuido los nazis, pero sería Hollywood quien consagraría definitivamente la unión. «Yo uso a Wagner. Se cagan de miedo. A mis chicos les encanta», dice el teniente coronel Bill Kilgore en «Apocalypse Now» . Lo que viene a continuación es una de las escenas más memorables en la historia del cine: el ataque de los helicópteros con el a compañamiento musical de la «Cabalgata de las valquirias».

No sería descabellado hablar de un Wagner cinematográfico incluso antes de la llegada del cine. El compositor alemán fue, en ciertos aspectos, un precursor del Séptimo Arte con su concepto de «Gesamtkunstwerk», la «obra de arte total» . Fue el primero en sumir al público de Bayreuth en la oscuridad y ocultar a la vista la fuente sonora orquestal, en la que puede verse como una anticipación de la sala cinematográfica. A una imaginación casi cinematográfica remiten algunas de sus indicaciones escénicas. ¿Y qué decir de su manera de construir el discurso dramático por medio de motivos conductores asociados con ambientes y personajes ?

Hay un amplio debate sobre si el drama wagneriano influyó en las técnicas cinematográficas

Existe un amplio debate teórico acerca de si el drama wagneriano influyó en los procedimientos formales de las bandas sonoras y del montaje en continuidad. La mayor parte de los estudios contenidos en la miscelánea de ensayos «Wagner y el cine», que edita Fórcola, se encarga de desmentir o cuando menos matizar semejante aseveración, por mucho que sus efectos y sugestiones planeen periódicamente a lo largo de sus páginas.

De lo que no cabe duda es de la presencia fundamental de Wagner en los orígenes del cine, bien por su música, bien por su figura. Al músico alemán está dedicada una de las primeras biografías cinematográficas: el «Wagner» (1913) de Carl Froelich . Ya en 1904 cabe registrar el interesante resumen operístico (25 minutos) del «Parsifal» de Edwin S. Porter, a cuya estela se sumarían el «Lohengrin» (1907) de Franz Porter, el «Tristano e Isotta» (1911) de Ugo Falena, así como el «Parsifal» (1912) y el «Siegfried» (1912) de Mario Caserini.

Películas mudas

La música de Wagner, en forma de arreglo y pastiche, aparece también en los listados de músicas de acompañamiento para películas mudas. Gran popularidad tuvo la llamada «Marcha del Nibelungo» , un popurrí de motivos wagnerianos y seudo firmado por el director de banda Gottfried Sonntag. Una comparación entre las sucesivas bandas sonoras (1924, 1925 y 1933) escritas para «Los nibelungos», de Fritz Lang , refleja la creciente presencia de la música de Wagner auspiciada por el nazismo, erigida a partir de ahora en emblema del espíritu alemán (el propio Hitler era un wagneriano empedernido) y convertida en ingrediente sonoro esencial de películas de propaganda como «El triunfo de la voluntad» (1935) de Leni Riefensthal .

Hollywood hará propia la estrecha asociación entre Wagner y el nazismo. El preludio de «Lohengrin» que acompaña la escena del globo terráqueo en «El dictador» (1940) de Chaplin puede leerse, bien como una parodia de la presencia wagneriana en las películas nazis, bien como intento para revertir esa misma música en clave anti-nazi. Al mismo filón puede adscribirse una serie de bandas sonoras pseudo-wagnerianas (que, sin utilizar música del compositor, recurren a ciertos tópicos suyos: ritmos de marcha , amplia utilización de los metales, texturas graves recargadas) para ilustrar musicalmente el concepto de «imperio del mal». Es el caso de la banda sonora de John Williams para «Star Wars» (1977-83) o la más reciente de Hans Zimmer para «Gladiator» (2000) de Ridley Scott.

Hollywood hizo suya la unión entre Wagner y nazismo que establecieron los propios nazis

Curiosa es la función desempeñada por la música wagneriana en un dibujo animado de propaganda anti-nipona, «Bugs Bunny Nips the Nips» (1944) . En este corto, Bugs llega a una isla del Pacífico y vence con picardía primero a un soldado japonés, luego a un luchador de sumo y finalmente a toda una legión enemiga. La música de Wagner se pone aquí al servicio de la épica militarista norteamericana contra el oponente oriental, como más tarde ocurrirá en «Apocalypse Now».

La relación entre Wagner y el cine da para mucho, y las seiscientas páginas de Wagner y el cine dan a menudo la sensación de admitir desarrollos incluso más amplios. Tras centrarse en el cine mudo, el libro se centra luego en el cine hollywoodiense, con análisis pormenorizados de títulos concretos como el citado «Bugs Bunny Nips the Nips», «De amor también se muere» (1946) y «Gladiator». No menos interesante es la sección dedicada a la problemática relación entre Wagner y el cine alemán surgido después de la Segunda Guerra Mundial (Sybeberg, Herzog, Reitz).

Una lectura estimulante que Fórcola publica con encomiable cuidado editorial. Dignos de elogio son el amplio aparato iconográfico del libro y la fluidez de la traducción.

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