Charles Cumming: «Los espías no son superhéroes, son tipos normales como tú o yo»

El escritor escocés retoma las aventuras del agente del MI6 Thomas Kell en «Complot en Estambul»

Charles Cumming ROSER NINOT / ED. SALAMANDRA

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En su breve y sospechosamente concisa biografía, destaca como un neón reluciente que a Charles Cumming (Ayr, 1971) le tentó el MI6, él rechazó la propuesta de convertirse en espía al servicio de Su Majestad y ahí acabó todo. De aquella experiencia, explica, lo único que surgió fue «A Spy By Nature», su primera novela, aunque después de una charla de algo más de media hora uno se pregunta si esos seis meses de exámenes y pruebas y ese arrimarse a los servicios secretos para acabar dando la vuelta no desembocarían finalmente en algo más.

Las pistas, que diría Thomas Kell, su personaje estrella, están ahí, a plena vista; sólo hay que reseguir las líneas de puntos y buscar las conexiones. O tal vez no. «Ser escritor es la tapadera perfecta: puedes viajar y tiene una buena excusa para llevar una grabadora y una cámara», desliza de pronto Cumming. Pero que nadie se alarme: no habla el escocés de sí mismo, sino de Somerset Maugham, ilustre escritor reclutado por el MI6 en 1915 al que, junto a otros autores de mediados del siglo XX como Eric Ambler, rendirá homenaje en su próximo libro.

Para eso, sin embargo, aún habrá que seguir esperando, así que de lo toca hablar ahora es de «Complot en Estambul» (Salamandra), última novela de Cumming traducida al castellano y nueva entrega de esa serie protagonizada por el espía Thomas Kell que estrenó con «En un país extraño». En ella, el escritor escocés sigue jugando a desmontar la idea romántica del espía como héroe de acción mientras pone al atribulado Kell a investigar la muerte de un colega en Turquía. «Los lectores adoran a los héroes, a Sherlock Holmes y Jack Reacher, pero ninguno de ellos es especialmente realista. Lo que me interesa a mí, más que el arquetipo James Bond y sus habilidades inverosímiles, es la idea del espía como persona normal como tú y yo. La gente quiere creer que los espías son superhéroes, pero en realidad son tipos normales con una vida doméstica como la tuya y la mía», explica.

Tipos normales con, eso sí, una vida personal tirando a caótica y turbulenta. «La tasa de divorcios en el MI6 es muy elevada, por todo el estrés y la presión del trabajo. Si no puedes decirle a tu marido o tu mujer adónde vas o qué haces, se va minando la confianza», abunda el también autor de «El sexto hombre».

El caso es que Cumming, que (¿otra pista?) escribió «Complot en Estambul» mientras se estaba divorciando, se entretiene reformulando y actualizando la imagen pública del espía mientras explora las nuevas amenazas a las que se enfrente el género y, por extensión también el mundo. «En los viejos tiempos, durante la Guerra Fría, existía la amenaza de una guerra nuclear que, sin embargo, no creo que nadie pensase de verdad que fuese a ocurrir. Ahora, en cambio, cualquiera puede ser víctima de un ataque en cualquier ciudad. La amenaza terrorista es ahora más seria», sopesa.

Nuevos tiempos, pues, para una novela de espías que, siguiendo los pasos de John Le Carré, Frederick Forsyth y Charles McCarry, ha alcanzado una nueva encrucijada en la que confluyen Putin y las tramas rusas, el terrorismo yihadista y, en fin, el nuevo escenario mundial que surgió de los escombros del 11-S. «En la Guerra Fría, y tal y como mostraban las novelas de Le Carré, el espionaje era como una partida de ajedrez. Ahora lo importante es tener a alguien infiltrado en una célula terrorista», detalla.

Con todo, y a pesar de esa suerte de edad dorada que vive el género gracias a autores como Mick Herron o Daniel Silva, Cumming reconoce que «el espía ha perdido un poco de su mística». «Antes de Le Carré nadie sabía nada de los espías más allá de las novelas de Ian Fleming y Somerset Maugham. Ahora todo es público; todo el mundo puede saber lo que implica trabajar en un servicio de inteligencia», asegura.

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