Frederick Forsyth: «Cada vez es más difícil saber qué es verdad y qué no»

El británico, autor de la exitosa «El día de Chacal», regresa al género del suspense con la que dice que será su última novela: «El Zorro»

El novelista Frederick Forsyth Ernesto Agudo
Bruno Pardo Porto

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A comienzos de los setenta, Frederick Forsyth (Inglaterra, 1938) era un corresponsal castigado por las guerras africanas y sin mucho dinero en el bolsillo. Entonces, se le ocurrió una idea para un libro: ¿y si a Charles de Gaulle lo intentaba asesinar un francotirador? La respuesta se convirtió en « El día del Chacal », un éxito editorial inmediato que también hizo fortuna en el cine. Fue el comienzo de una carrera plagada de éxitos y que hoy se puede resumir en 18 novelas y más de 70 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.

Ahora, el autor vuelve al ruedo con « El Zorro » (Plaza & Janés), un nuevo thriller en el que explora los peligros del ciberterrorismo a través de un niño autista que es, también, el arma más peligrosa del mundo: esa que puede colarse en cualquier sistema informático. Una idea capaz de despertar de su letargo a un novelista que creía que ya disfrutaba del retiro.

Hace tres años, después de publicar sus memorias, dijo que se retiraba. Pero aquí está otra vez.

Pensaba que aquello era lo último que iba a escribir en mi vida.

¿Y qué pasó?

Pues tres cosas. Tuve mucha presión de mi agente. Me decía: «Freddy, haz otra, haz otra, haz otra». Y yo le respondía que estaba retirado. «No, no, no. Eres más joven que John le Carré, y él seguía escribiendo». «Sí, sí, pero yo he terminado», zanjé. Pero después también estaba mi mujer, que me veía sentado por casa y me preguntaba que por qué no trabajaba. «Tengo ochenta años, ya he tenido suficiente», le dije.

¿Y la tercera?

La tercera es que tuve esta idea. La de este niño que es capaz de hacer estas cosas tan increíbles.

Es curioso: en el tiempo de la inteligencia artificial, su novela afirma que el arma más peligrosa del mundo es una mente humana.

Es una cosa extraña, ¿verdad? Pero tenemos a un hombre en el Reino Unido que era como él. Podía entrar en cualquier base de datos, en cualquier ordenador del mundo. Y nadie podía entender cómo lo hacía. Consiguió acceder a dos grandes bases de datos americanas muy secretas. Y los estadounidenses querían meterlo en la cárcel de por vida. Pero al final no lo hicieron, porque no había cometido ningún delito según las leyes británicas de entonces. El ciberespacio es internacional, no le pertenece a nadie.

Pero este personaje tiene autismo. ¿Por qué lo escribió así?

Tiene una mente extraña. No puede hablar en condiciones normales. Pero hay formas de llegar a él. Tuve que entrevistar a un profesor que era experto en el autismo. Me describió cómo eran, y cómo tenía que hablar con ellos. Entonces empecé a describir al personaje.

¿Siempre parte de sucesos reales para escribir sus libros?

Mis novelas siempre tienen un contexto que es real. Mis historias son una realidad posible. Por ejemplo, la primera, «El día del Chacal»: había planes reales para matar a Charles de Gaulle. Siempre necesito que el contexto sea real. De hecho, algunos de los personajes de mis libros son gente real. Uno de mis editores me dijo que no había visto a nadie que hiciese tantos diálogos entre personajes ficticios y reales. Y creo que a la gente que aparece en mis libros le encanta esto [ríe].

Eso y el suspense, claro.

Empecé todo esto hace cuarenta y ocho años con «El día del Chacal», que entonces me pareció una buena historia. Para escribirla partí de una pregunta: ¿sería posible disparar a Charles de Gaulle con un rifle francotirador? Y la respuesta fue que sí, que podría pasar, aunque nadie lo hizo. Esto fue varios años después de lo de Kennedy. Escribí esa historia y se hizo muy popular. A partir de ahí, mi proceso de escritura se convirtió en elegir una idea y pensar: ¿qué pasaría si esta idea ocurriera? Y de ahí viene el suspense. Porque no respondes a la pregunta en el primer capítulo. Así que el lector lee las trescientas páginas siguientes preguntándose qué es lo que va a pasar. Esa es la técnica: pasa las páginas y te lo contaré.

Al final, el libro parece decir que el ciberterrorismo es uno de los grandes peligros de este siglo. ¿Es así?

Probablemente sí.

Pero tenemos más, ¿no? Ese mundo que describe parece que vive otra Guerra Fría.

Eso dicen. Las agresiones de Putin, por ejemplo, son como una nueva Guerra Fría. Está siendo agresivo en Siria, en los países balcánicos, en Estonia… Y luego están sus submarinos... Esto es lo que los rusos llaman provocación, pero cuando ellos lo hacen no lo llaman así.

Vivimos en un mundo en peligro. Tenemos tres grandes problemas: el fundamentalismo islámico, este de Rusia, y otro que está llegando, y que no para de crecer, que es China. Está reclamando islas, construyendo buques de guerra, ahora están en la luna… Y en África están usando el dinero como poder para hacerse con el control de varios países. Tenemos dos gigantes, Rusia y China, y el mundo musulmán.

Todos sus libros están relacionados con la seguridad: la seguridad nacional, la internacional, la personal… ¿Por qué esa obsesión?

Creo que es porque está en los periódicos todos los días, de alguna forma. Con el final de la Guerra Fría en 1991, cuando Gorbachov disolvió la URSS, creímos que los conflictos se habían acabado. Pensábamos que íbamos a llegar a una era angelical, de paz y estabilidad. Pero no fue eso lo que ocurrió. Porque la Guerra Fría se acabó, pero tuvimos el 11-S en Nueva York. Apareció un nuevo enemigo: Al-Qaeda. Y si vas a un aeropuerto, tienes que quitarte los zapatos, el cinturón y esto y lo otro... Seguridad, seguridad y seguridad. ¿Por qué la seguridad? Bueno, por el terrorismo.

Hay mucho miedo.

Vivimos en un mundo en el que la mayor parte del tiempo estamos siendo interrogados. ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Qué haces? Cuando era joven esto no pasaba. Pero ahora sí, todos los días.

Parece que otra de sus obsesiones, o al menos otra constante en sus historias, son los secretos oficiales: lo que no nos están contando.

Todos pagamos impuestos y elegimos a nuestros gobernantes. También estamos de acuerdo en que tiene que haber algún secreto. Bien. Pero cuando los gobiernos cometen errores, ¿qué hacen? Los cubren. Y ahí es donde entra el periodismo de investigación para descubrir y enseñar estas mentiras. Lo que me fascina son las mentiras oficiales.

¿También como periodista?

Nunca he dejado el periodismo del todo. Tengo una columna semanal que me mantiene activo, investigando. Me gusta saber qué es lo que va mal, por qué, qué es lo que no nos están contando… Además, creo que mis novelas tienen mucho que ver con el periodismo. Empiezan con las mismas preguntas que un reportaje. Y luego investigo como cuando era un reportero. El qué y el porqué. Eso es lo que me intriga. Y quién está detrás de todo esto.

¿Cómo de importante es ese trabajo para la democracia?

Es vital, absolutamente vital. Lo primero que hace cualquier dictador cuando da un golpe de estado es ir a por los medios de comunicación. Antes que el ejército de tierra, la marina o la aviación. Siempre van a por los medios. Porque con ellos pueden lavar el cerebro. Si no tienes una prensa libre, la mentira gana.

Pero ahora las mentiras se difunden más que nunca. Las llamamos fake news...

Eso es cosa de las redes sociales e internet. Cuando solo teníamos el periódico, la radio y la televisión solo trabajan periodistas ahí, y no era tan fácil difundir mentiras. Pero ahora puedes escribir cualquier falsedad en tu ordenador y publicarla en internet, que es mundial. Y se hace viral. Ahí se extienden las mentiras oficiales, como en el caso ruso. Se está volviendo cada vez más difícil saber qué es verdad y qué no. Creo que por eso ahora necesitamos más el periodismo.

Por cierto, usted fue una de las grandes figuras que apoyó el Brexit. Con la que está cayendo, ¿sigue pensando que es una buena idea?

Sí, lo creo. No me gusta hacia dónde se dirige la Unión Europea. Está quitándole cada vez más poder a los parlamentos para ponerlo en manos de la burocracia. En Bruselas el poder no es del parlamento, sino de la comisión. Por eso la gente votó a favor del Brexit. No tiene nada que ver con Europa. Nos encanta Europa, los europeos. Queremos cooperar, colaborar en muchos proyectos. Pero no queremos que nos dirija Bruselas. Ese es el problema.

¿Cuál?

La dirección que está tomando la Unión Europea. Se está moviendo. Y tiene un destino: crear un solo megaestado europeo gobernado desde Bruselas, no desde Londres o Madrid. Y eso significa que las naciones se convertirán en provincias. No es lo que queremos.

Y usted, ¿quiere seguir escribiendo o va a abrazar, por fin, la retirada?

Lo juro: esta es mi última novela.

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