David Trueba, en Barcelona
David Trueba, en Barcelona - efe

David Trueba: «La gente ha perdido sus refugios»

El escritor y cineasta regresa a la novela con «Blitz», una historia de amores perdidos, relaciones intergeneracionales y desamparo

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Sostiene David Trueba (Madrid, 1969) que el trabajo de los novelistas, la misión de aquellos que se manejan en el terreno de la ficción, debería ser «ofrecer una ventana por la que mirar con ojos de otro». Un ventanal con vistas desde el que contemplar, por ejemplo, a Beto, paisajista y diseñador de jardines cuya vida se acaba de ir al garete mientras espera a que le sirvan un par de kebabs en un restaurante de Múnich. Es justo en ese momento, con la salsa chorreando y los dedos pringados, cuando este treintañero de estabilidad precaria y vida tambaleante se asoma a su propio abismo tras descubrir que su novia, amén de socia laboral y soporte emociona, le acaba de dejar por otro.

Eso, como diría Trueba, es un relámpago. Un «Blitz» (Angrama) como el que da título a su cuarta novela y sacude a Beto mientras su antigua vida se esfuma. Unas cuantas páginas más y ahí está, otra vez, el relámpago. Beto pasea por Múnich con el teléfono móvil metido en un paquete de arroz -ni pregunten- y tropieza con Helga, una alemana que le dobla la edad y con la que acabará entablando una relación amorosa. «Al final, lo que quedan son unos cuantos relámpagos», apunta Trueba, que aprovecha su retorno a la novela siete años después de «Saber perder» para reflexionar sobre los amores perdidos, el paso del tiempo y el desamparo.

De hecho, el origen de esta historia escrita de hotel en hotel durante la gira de presentación de la película «Vivir es fácil con los ojos cerrados» también hay que buscarlo en dos relámpagos. O, mejor dicho, en dos fogonazos. El primero, el de descubrirse junto a uno de sus hijos frente a un reloj de arena comprobando la insoportable lentitud con la que pasa el tiempo cuando uno le presta toda su atención. El segundo, mucho más emocional, el de recordarse de joven paseando junto a una mujer mayor, una artista admirada, y apartarse bruscamente cuando se cruzó con un compañero de facultad. «Me sentí un miserable, y ese recuerdo me ha acompañado hasta ahora», explica.

Será por eso que el escritor y cineasta aprovecha este relato de amor intergeneracional y borrones y cuentas nuevas para reivindicar la mezcla y expresar su repulsa por los compartimentos estancos». «Las personas deben mezclarse en la vida, en la cama, en el oficio para intentar integrar todas las variantes que existen», asegura.

Desamor y orfandad

A vueltas con Beto y sus circunstancias, «Blitz» se presenta como una «tragicomedia romántica», aunque el propio autor lo ve de una manera diferente. «No es una historia de amor, es una historia de orfandad. La gente ya no se siente refugiada, ha perdido sus refugios, y tiene que rehacerse», explica. La crisis, añade, agudiza la miseria y la indefensión, sí, pero no es ese el tema central. «"Saber perder" sí que era una novela sobre la crisis; esta es más sobre la orfandad. La gente se ha encontrado sin refugio, lo que tenía que protegerles no les ha protegido. Es algo que le ha pasado a demasiada gente», insiste.

El tiempo, segundo eje temático sobre el que Trueba acomoda sus relámpagos emocionales, merece una reflexión aparte. «El paso del tiempo es una de las cosas que genera más angustia y frustración, pero, al final, te acabas preguntando: “¿Y si hay tiempo suficiente y lo que falta es observar cada época y cada edad con la atención que se merece”?», expone el autor de “Cuatro amigos”, para quien lo realmente necesario es echar el freno de mano y tomarse las cosas con más calma. «Falta tiempo, reposo y observación. La gente tiene una opinión antes que una observación», asegura. Serán cosas de la edad y de darse cuenta de que «cuando eres joven, el tiempo es lo que hay por delante, pero llega un momento en que se equilibra».

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