Lorca: una vida lorquiana

Uno de los más grandes escritores de todos los tiempos

Imagen de Lorca tomada en 1925 ABC

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Sólo los grandes autores acuñan para la eternidad una nueva palabra –indexada en el diccionario de la Real Academia– que le definen a él y todo lo que su universo representa. Y de Lorca viene lorquiano. Lorca es lorquiano y todo lo lorquiano es Lorca, porque así le parieron, como un poeta con más que sangre en las venas –borbotones de cielo, estrellas y verdes lunas–, y así le mataron, con un tiro de gracia en una madrugada de traiciones y fusilamientos en su Granada natal, justo al mes de estallar la Guerra Civil . No le dio tiempo a ver más crímenes ni venganzas fatricidas: las justas para sus 38 años de acelerada y hasta atolondrada existencia de hombre bueno. Eso se llevó su bonito cadáver a la tumba: joven y en plenitud de facultades, como el de todos los mitos. Pasión y tragedia. Dos tópicos tan españoles como el mismo Lorca.

El 18 de agosto de 1936, un mes después de que estallara la Guerra Civil, Federico García Lorca fue fusilado al amanecer en el camino que va de Víznar a Alfacar, en su Granada natal. Ese mismo año escribe los "Sonetos del amor oscuro", aunque no sería hasta el año 1984 que se dieron a conocer en una gran exclusiva.

Tan español él como lorquiano. Tan lorquiano él como español. Tanto monta, monta tanto. Y ahora, pasados los siglos y removidos sus restos hasta el morbo sin escrúpulos, sabemos que nada le hubiera dado más rabia ni repelús que esta simple adscripción de folleto turístico , con flamencas y gitanos de postal. Un sol de justicia a las 5 de la tarde, la hora en la que mueren los toreros. Ignacio Sánchez Mejías , y su llanto. Lorca cayó de un tiro a las 4:45 de la madrugada de un 18 de agosto. Disparo de un Guardia Civil, tras delaciones y acusaciones varias. A saber: simpatizar con el bando contrario en una guerra entre padres y hermanos, amigos y vecinos, y su homosexualidad no escondida ni disimulada. Federico García Lorca nació en el año 1898 –ese que da título a una generación armada en el desánimo–, pero su obra se acoge a los parabienes del 27. Conjunción numérica y astral que alinea una lista de creadores excelsos y excesivos, amigos y compañeros en la Residencia de Estudiantes: Dalí, Buñuel, José «Pepín» Bello... ¡Madrid era una fiesta!, antes de que Hemingway proclamara tal admiración por París y su escuadrón de seres bohemios. «Me escriben de la Residencia diciéndome que no tienes habitación. ¡Esto es terrible! ¿Cómo voy a irme a otra parte? Me asustan los ambientes Baroja y Galdós , la patrona, el estudiante vicioso...», así escribe un desesperado y desilusionado Lorca a su amigo, el compositor Adolfo Salazar. Al final, lograría reinventarse entre sus paredes y duendes.

El paseo de la fama de la literatura, y sus jóvenes poetas muertos, equivale a un túmulo de tópicos con nombres y apellidos. Y Federico García Lorca, sin desdoro alguno a su memoria, suena como uno de nuestros grandes tópicos, además de uno de nuestros grandes escritores de todos los tiempos. De Granada a Nueva York . Para ello ha tenido que transitar por una biografía maldita y una obra que se revoluciona en la vanguardia más cosmopolita.

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