LIBROS

La literatura hechizada por la Costa Azul

Giuseppe Scaraffia recrea en «La novela de la Costa Azul» las vivencias de autores legendarios que visitaron la Riviera

Los Fitzgerald viajaron a la Riviera en los años 20
Jaime G. Mora

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Fue Stéphen Liégeard , un escritor sin demasiado talento, quien bautizó en 1887 a las «playas bañadas por los rayos del sol» que se extienden por el sureste francés como la Costa Azul. Hasta el siglo XIX, cuando este litoral se conocía como la Riviera o el Mediterráneo, no era más que una costa reservada a los pescadores y los marineros que embarcaban o desembarcaban. La gradual población de estas tierras comenzó en esos años. Lord Henry Brougham , viejo amigo de Lord Byron, fue de los primeros en establecerse allí. Cayó en Cannes de casualidad y, extasiado ante la belleza de aquellos paisajes, se construyó una suntuosa villa.

Numerosos escritores y artistas encontraron en la Costa Azul un «lugar de soledad, de creación, de reflexión», escribe Giuseppe Scaraffia (Turín, 1950) en « La novela de la Costa Azul » (Periférica), un «lugar donde descansar de las incómodas constricciones sociales de la gran ciudad». Thomas Mann , que buscó refugio en Bandol tras romper con la Alemania de Hitler, recuperó allí la «ligereza» que necesitaba para trabajar: «El clima de esta costa es digno de agradecer: suave, sedoso y puro». Para Rudyard Kipling , Hyères era como estar en Inglaterra: «Todo funciona como allí, pero aquí está el aire, el sol, el aroma de los pinos, las mariposas y el mar azul, sin que vengan los ingleses a cargárselo todo». Virginia Woolf veía en Cassis un «lugar con todas las virtudes: comida exquisita, un puerto magnífico, calor, sol, viñedos, olivares». Quizá fuera el faro de Cassis su inspiración para escribir «Al faro», aventura Scaraffia. «Viajar por Francia es el mayor placer que hay en la vida», decía Woolf.

Un efecto pernicioso

Maurice Maeterlinck , después de recorrer en moto toda la Costa Azul, localizó en Niza «el jardín y la casa ideales» para quedarse a vivir. En cambio, el mar ejercía en él un efecto pernicioso: «El mar lo es todo para mí, es una obsesión. Lo temo y me inquieta… cuando estoy junto al mar solo puedo pensar en él, no me deja trabajar». «El mar nunca ha sido amigo del hombre; como máximo ha sido cómplice de su inquietud», decía Joseph Conrad , que coincidió con Kipling en Hyéres. Tampoco los Fitzgerald encontraron la paz en Antibes, adonde llegaron en 1925 con la intención de recuperarse de sus excesos neoyorquinos. Allí siguieron emborrachándose y desafiándose entre ellos. «Cuando llegamos a la Costa Azul había desarrollado un complejo de inferioridad tan grande que no era capaz de plantar cara a nadie a menos que estuviera borracho», escribió Francis. «El instinto de conservación no es nuestro fuerte», decía Zelda.

El libro de Scaraffia es una exaltación de la literatura, una conmovedora guía de viaje que invita a recorrer la Costa Azul de principio a fin

Nietzsche, Zweig, Colette, Hemingway, H. G. Wells, Apollinaire, Chéjov, Benjamin, Anaïs Nin… Todos ellos recalaron en algún momento de sus vidas en las encantadoras ciudades de la Costa Azul, ya fuera para que nadie les molestara, para recuperarse de sus enfermedades o para quemar su juventud. Como si fueran postales escritas desde los distintos puntos de este litoral mediterráneo, en «La novela de la Costa Azul» el italiano Giuseppe Scaraffia recrea con un paladar exquisito las idas y venidas de más de cien artistas que se entregaron sin medida a sus pasiones. Ya decía Louis Aragon que «nadie se siente desgraciado bajo un cielo azul». El libro de Scaraffia es una exaltación de la literatura, una conmovedora guía de viaje que invita a recorrer la Costa Azul de principio a fin, aunque todo haya cambiado. Aunque se haya convertido un «bulevar flanqueado por villas, casinos y lujosos hoteles». Cuando nos preguntemos, como Simenon , «dónde estarán ahora el tan célebre mar azul, la montaña y todas las delicias que prometen los folletos publicitarios», bastará con abrir las páginas de este libro tan delicioso.

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