El templo de Nabu en el momento de la destrucción
El templo de Nabu en el momento de la destrucción - ABC

Daesh apura la destrucción del patrimonio histórico en Irak

Ante la falta de victorias destruye otro templo en Nimrud y amenaza a las pirámides de Giza

Corresponsal en Jerusalén Actualizado: Guardar
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El Pentágono insiste en que el califato ha perdido dos tercios de su territorio, pero el grupo yihadista Daesh mantiene el pulso a la alianza que lidera Estados Unidos y a los gobiernos de Damasco y Bagdad a base de atentados suicidas y la destrucción del patrimonio. A falta de victorias militares sobre las que informar a sus seguidores en todo el mundo, los yihadistas recurrieron a un vídeo en el mostraron la destrucción del templo de Nabu, en Nimrud, y dos puertas de la ciudad asiria de Nínive, al norte de Irak, y que cerraron con la amenaza de dinamitar las Pirámides de Giza, en Egipto, una de las siete maravillas del mundo que califican de «símbolos del paganismo y la idolatría».

Las Pirámides se encuentran bajo la amenaza directa del brazo de Daesh en la península del Sinaí, uno de los más activos. En su lista de objetivos los yihadistas también señalaron a edificios modernos como el Burj Jalifa de Dubái, la torre más alta del mundo.

La limpieza cultural es uno de los ejes fundamentales de la estrategia de los seguidores del califa Ibrahim. Por momentos, recuerda a la política de los talibanes en Afganistán, que no dudaron en volar los Budas gigantes de Bamiyan a cañonazos en 2001 por tratarse de «ídolos contrarios al Corán». Desde que Mosul cayera en manos de Daesh en verano de 2014 la provincia iraquí de Nínive se ha convertido en el laboratorio donde el califato pone en práctica sus políticas guiadas por su particular interpretación rigurosa del Islam. El templo de Nabu, dios asirio de la escritura y las artes venerado hace más de 3.000 años por asirios y babilonios, era uno de los últimos que quedaba en pie en Nimrud, ciudad fundada en el siglo XIII antes de nuestra era que está situada a orillas del Tigris, a unos 30 km al sur de Mosul, y que llegó a ser capital del imperio asirio.

La destrucción del patrimonio como arma de guerra comenzó con la difusión en marzo de 2015 de un primer vídeo en el que varios yihadistas rompían con martillos, taladros y mazas las estatuas del museo de Mosul y quemaban miles de libros y manuscritos de las principales bibliotecas del bastión del califato en Irak y capital de la provincia de Nínive. Después llegó el turno de Nimrud y Hatra, capital del reino de los Partos, ciudad fortificada con más de 2.000 años de historia situada 110 kilómetros al sur de Mosul.

Volaron las tumbas de Mohammad Ben Ali, un descendiente de la familia del primo del profeta Ali Ben Abi Taleb, y de Nizar Abu Bahaedin, un religioso local, destruyeron la figura del León de Al Lat, de tres metros y medio de alto, quince toneladas de peso y más de 2.000 años, y volaron el templo de Bal, erigido en el 32 D.C en homenaje al dios de la lluvia, el trueno y la fertilidad. También el santuario de San Elián, templo del siglo V, en la ciudad mixta cristiana-árabe de Qariatén.

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