El personaje del «Luisma» en 'Aída', representado por el actor Paco León, es un claro ejemplo de papanatas
El personaje del «Luisma» en 'Aída', representado por el actor Paco León, es un claro ejemplo de papanatas - TELECINCO
El origen de los insultos más populares

Papanatas: un burdo esnob sin sentido del ridículo

A veces es necesario reparar en su presencia para darte cuenta que nuestro protagonista busca esconder sus carencias en una aparente imagen de triunfalismo

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Personas con tendencia al ridículo, incrédulos a los que se la meten doblada, charlatanes que no se molestan en disimular su falta de preparación,... cualquiera de estas definiciones encajan en el perfecto perfil de papanatas. ¿Quién no se ha topado con un sujeto así? A menos que acabes de aterrizar en La Tierra, resulta prácticamente imposible que no hayas etiquetado a alguien bajo el yugo de este «divertido» vocablo. Pancracio Celdrán, en «El Gran Libro de los Insultos», publicado por la editorial La Esfera, define así «al individuo cándido y crédulo en exceso, que presta atención y valora sin crítica cualquier manifestación; sujeto que apoya, cree y fomenta cosas en extremo novedosas movido por cierto interés y preocupación en aparecer como persona que está al tanto de la moda y de lo que se lleva».

Aunque su puesta en escena resulte grotesca, a veces es necesario reparar en su presencia para darte cuenta que el papanatas busca esconder sus carencias en una aparente imagen de triunfalismo. «Es espécimen emparentado con el esnob, aunque más burdo; y con el papamoscas, persona impresionable y muy fácil de engañar, no tanto por su escasa capacidad de pensamiento cuanto por su holgazanería: el papamoscas es tan vago que no se molesta en cerrar la boca para evitar que por ella se paseen estos dípteros. Creen otros que se dijo por el viejo chocho, crédulo y contentadizo que por carecer de dientes no es capaz de comer sino cosas blandas y de digestión ligera», resume el autor.

«El papanatas valora sin criterio todo cuanto se le presenta como novedad»

Celdrán bucea en la etimología de este término compuesto: «papar (tragar cosas blandas), que no requieren ser masticadas, en uso metafórico de lo que hace el papanatas que da crédito a cualquier asunto sin haberlo sometido a crítica: sin masticarlo ni digerirlo. En cuanto a la segunda parte del vocablo, nata alude a la crema de la leche que se ingiere con facilidad, con lo que en sentido figurado se referiría a la facilidad con la que el papanatas se traga cualquier cosa». En este sentido, se da un cruce semántico entre la crema de los lácteos, que son alimentos de prestigio, y la crema de las cosas: «lo mejor en su especie, porque el papanatas valora mucho y sin pasarlo por el tamiz del propio criterio todo cuanto se le presenta como novedad y progreso».

Su uso es evidente en la literatura española. El novelista barcelonés Juan Marsé escribe en La oscura historia de la prima Montse (1970): 'Pero este papanatas es huevazos'. También emplea el compuesto Ramón de la Cruz en sus Sainetes (1791). En cuanto al mencionado papamoscas, documenta el insulto el riojano Bretón de los Herreros mediado el XIX:

¡Son habas contadas! O al chico de Jeroma le faltan cinco semanas para ser sietemesino, o el papamoscas de Tiburcio puede y debe probar la coartada.

Referente a los diferentes registros que posee la ofensa en función de la región española donde se pronuncie, cuenta en esta ocasión Celdrán que «con el valor semántico de simplón e infelizote se dice en Jerez de la Frontera y su partido. En Murcia es tanto como decir bobalicón y distraído, sujeto absorto y embobado que no atiende ni parece capaz de entender las cosas. En lugares leoneses del partido judicial de Villafranca del Bierzo: hombre simple y crédulo a que se engaña con facilidad. En la villa toledana de Oropesa llaman así a quien es tan bueno que parece bobo».

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