CUADERNO DE NOTAS

El último revolucionario LALIA GONZÁLEZ SANTIAGO

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«Soy de Medina Sidonia, me fui a Cádiz a estudiar, hice todas las carreras de Letras, Filosofía, Derecho, Teología, Historia. Siempre he querido estar en contacto con la realidad, no en una cátedra. Y, mira, yo he aprendido mucho, tengo mucha carrera y eso, pero lo que a mí me gusta es mirar a la cara a la gente, reírle y decirle: 'estoy contigo tío, estoy contigo'. Y eso produce un efecto curativo. Como los médicos en los hospitales, eso cura más que cuando viene uno que no te mira y te dice no sé que, no sé cuantos, adiós. Ese cariño, eso tiene una fuerza ...».

Jesús Maeztu es un torrente arrebatado de pasión. Habla y habla y habla, y nunca parece bastante, ni pierde interés. Cualquier fragmento de su discurso es como una sarta de perlas. Un problema para reducirlo a estas dos pobres páginas, por cierto. De ahí que me quede la impresión de dar sólo un pálido reflejo de su exacta talla humana y profesional. Es la suya una personalidad poderosa en la que no hay sitio para el cinismo, ni para el desánimo, ni para la sensiblería.

Sabe que la pobreza es fea, que la solución no pasa sólo por el voluntarismo, que a veces puede ser tan peligroso como la indiferencia, pero tiene muy claro que lo importante es plantarle cara con medidas inteligentes, con prácticas nuevas. Sabe usar su poder y su autoridad, que ambas cosas posee, de una manera impecable. Líder nato, encarna el compromiso y la conciencia social en una época en la que ambos conceptos parecen antiguallas.

Si otro mundo es posible, que debe ser así, no hay duda de que le deberá mucho al magisterio de Jesús Maeztu Gregorio de Tejada, el que fue el cura del Cerro del Moro en años ya históricos.