Coronavirus

El último en salir de la UCI de Covid en Cádiz es el que se quedó ayudando a todos

Muchos vecinos de la capital gaditana han seguido con temor la evolución de un querido auxiliar de farmacia que se contagió en el trabajo y acaba de pasar a una zona libre de virus tras casi 80 días de calvario

Traslado de afectados por Covid-19 a las UCI de un hospital gaditano. L. V.

José Landi

A casi todos nos gusta que memoricen cómo nos gusta el café. Eso de que entres y te digan, nada más saludar, que si "cortado descafeinado con un chorrito de leche ardiendo ¿verdad?". A veces, se acompaña la pregunta retórica con el nombre del parroquiano. Transmite cercanía, desvelo, algo parecido al respeto y la consideración, cierta familiaridad de la que abriga . Si nos gusta en los bares, esos lugares elevados a lo sacro en vano durante este tiempo de banalidad, qué no será en una farmacia.

Que uno de sus trabajadores sepa de memoria qué recetas arrastran sus veteranos clientes, qué achaques tiene la vetusta panda de asiduos o qué precedentes acumulan sus tarjetas sanitarias es un privilegio. El protagonista de este agónico episodio es de esa estirpe, de los que suelen tener un consejo de buenos hábitos sin temor al saco roto, una frase clara sobre la mejor hora para tomar esto y aquello, sobre cuándo volver al médico o a la botica . De los que se saben los nombres de todos y lo que necesitan. Especialmente de los mayores, los pensionistas y jubilados, los puretas, los viejos, a los que esta película de terror ha puesto un sobrenombre nuevo: Los que todos dejamos tirados.

El valor del gesto diario, constante, se multiplica además en un barrio de esos en los que el paro, el trapicheo, el fracaso escolar, la adicción, el embarazo precoz y la violencia familiar se contagian con más velocidad que en otros sitios desde los tiempos del tifus. Una zona en la que las abuelas llevan una novela en cada surco de la cara después de llorar y bregar por sus hijos y los hijos de sus hijos. Tratar mejor a los que lo pasan peor es un don divino que no tiene religión concreta y Ernesto [nombre ficticio de A.D.D.] lo tiene. No puede evitarlo. Le dibujaron así.

Es el alma de una farmacia con una denominación doblemente confusa : por un lado, su epígrafe comercial es contradictorio, casi cachondo. Por otro, está en una avenida cuyo nombre oficial nadie usa porque está en una zona conocida por otro. Alrededor del 15 de marzo, según los que le han tratado, sufrió el contagio. Todo apunta a que se produjo trabajando.

En esos días, los del acopio de papel higiénico, ventolín o paracetamol, las farmacias iban a machamartillo sin haberse envuelto aún en la profilaxis que ahora vestimos todos a cualquier hora, en cualquier lugar. Ernesto mantenía su espíritu de siempre cuando el virus asomaba las orejas, orquestando la atención y la ayuda desde el mostrador. Con un leve sobrepeso, sin malos hábitos de salud, aún lejos de los 65 años, activo, sano, sin enfermedades previas, tenía poco que temer. Ya saben dónde vivíamos todos, en los mundos de Yuppie esquina con la cometa blanca: aquello era una gripe mala y poco más.

Por entonces, nadie sabía de la eficacia, los plazos y las dosis de mascarillas, vacuna, guantes, distancias, modos de transmisión, factores de gravedad. Ahora, tres meses después, al fin resulta que tampoco nadie sabe nada. Su mujer, propietaria y dependiente de un local contiguo, sufrió el contagio casi a la vez, como otra media docena de compañeros, o de su propia farmacia o de otras dos en Cádiz . Con más o menos sufrimiento, resistieron la enfermedad. Con una o dos semanas de postración, con alguna secuela que va remitiendo, en casa o con visitas al hospital, con miedo, pero lo superaron.

Ernesto se quedó. Su sistema inmune entró en una alerta tan gigantesca que se convirtió en una amenaza constante para sus pulmones y otros órganos vitales. "Es difícil de explicar, es como si el cuerpo se atacara a sí mismo, por todas partes, a todas horas, es como una inflamación total", relata un colega para tratar de resumir lo que les ha ido transmitiendo el equipo médico. La reacción más grave entre las observadas en pacientes de Covid-19 se cebó con su organismo sin que nadie haya descubierto aún porqué sucede en unos casos sí y, en otros, no. Empeoró rápidamente y sus familiares entraron en una vigilia infinita, distante, en una espera sin límites que se ha prolongado casi tres meses. Este martes por fin llegó la mejor noticia.

Ingresó en la UCI en la última semana de marzo y la abandonó, de reservada a Covid porque ha pasado a la común, el martes 16 de junio . "Para qué contar los días, no se lo vamos a preguntar a la familia, no ayuda. Lo importante es que ha salido casi 80 días después". Si cuesta decirlo debe de ser espantoso vivirlo. Ha sido el último paciente del hospital universitario Puerta del Mar en abandonar la zona de atención más constante y alarmante, la UCI reservada al Covid-19. Ha pasado a la UCI común. El que se quedaba a ayudar a todos ha sido el que más ha tardado en salir. El primero por el que preguntaban todos en la farmacia, o en los populares establecimientos del centro que dirigen sus familiares, ha sido el que más ha tardado en salir.

Y lo ha superado. Ahora viene una larga rehabilitación porque la estancia en UCI de Covid-19, cuando se prolonga por encima del cuatro o cinco semanas, puede dejar "secuelas muy duras pero reversibles" . Ernesto tendrá que aprender, de nuevo, a caminar, o a tragar, casi a hablar pero lo hará en una zona libre de virus, sin contagiados. Él no lo está. Lo dicen varias pruebas reiteradas. Sigue grave, pero cada día un poco menos. Ha superado la etapa más difícil. Y esas decenas de ancianos, y otros vecinos más jóvenes, a los que acompañaba y asesoraba a diario, sin cansarse, desde el mostrador de la farmacia, no han dejado de preguntar. Tampoco ellos se han cansado. "¿Cómo está Ernesto? ¿Ya va mejor?". Así, un día tras otro, con abrigo o en manga corta, de marzo hasta junio, hasta casi 80 jornadas consecutivas. La respuesta siempre era la misma, esa ambigua con la que tapamos el miedo para que no lo vean las visitas: "Tú sabes, ahí va" o el célebre "regular", de usos tan irregulares.

Desde esta semana, cuando la pregunta que se repite mil veces al día vuelva a sonar en la farmacia de Extramuros , la respuesta ya será: mejor, está mucho mejor, le han pasado a una UCI normal. Ha dado negativo en todas las pruebas. Ahora empieza la rehabilitación.

La mejor, la mayor, noticia es que ya no queda nadie como Ernesto en la UCI . Por ahora, que se recomienda prudencia. Pero nadie vive la misma situación. Todos los ernestos de Cádiz están mejor pero hay uno, el último en salir de la UCI de Covid, al que igual le gustaría saber que no han dejado de preguntar por él allí en el barrio, en la farmacia, todos, ni una hora de un solo día de esos casi 80. A ver quién es el valiente que le dice ahora que ha caído el Muro de Berlín.

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