GALLIPOLI-CÁDIZ

Gallipoli-Cádiz: como dos gotas de agua salada

Comen erizos, disfrutan en Carnaval y cargan en Semana Santa; así son los 'gaditanos' de esta ciudad italiana llena de lugares comunes

Danilo Piteo y su padre son dos gallipolinos que se vinieron a Cádiz a vivir e incluso han montado su propio restaurante en el que mezclan los sabores de ambos lugares. F. J.

José María Aguilera

Cuentan que todos tenemos un doble, un alma gemela . Que jamás podremos encontrarnos porque siempre camina en dirección opuesta, como esas energías idénticas que se repelen. Cádiz posee un espejo de idéntidas proporciones , convicciones similares y raíces profundas.

Gallipoli y Cádiz son dos gotas de agua salada pese a que los bañen distintos mares: el Jónico a la perla italiana, el Atlántico a la Tacita de plata. Vecinos, visitantes y curiosos se asombran por el tremendo parecido físico , que transmite una falsa idea de que la esculpió el mismo artista. Apenas tienen nada que ver, más allá de ser dos puertos marítimos (lo que ya de por sí configura fervientemente sus personalidades) y la historia latina tan cercana entre transalpinos e ibéricos.

Danielo Piteo es un gallipolino que desde su adolescencia cambió una gemela por otra. En su restaurante Confusione de la céntrica calle Buenos Aires manda una vista aérea de una pequeña joya rodeada de murallas frente al mar, agarrado al continente por un delgado cordón y abriéndose al horizonte azul en una playa rebosante de barquillas. «¿Eso es Cádiz?», preguntan los clientes sorprendidos. «Esta es la primera confusión».

Esas semejanzas físicas han sido identificadas en otras ocasiones. Gallipoli tiene su propia playa de la Caleta (Spiaggia della Purità) y su Castillo de San Sebastián. La San Giovanni es como l a playa Victoria y la avenida Riviera Armando Díaz es el campo del sur italiano , tanto como el Malecón de la Habana. Su torre tavira, el faro, su silueta amurallada.

En las formas y en el fondo

Pero no es sólo su cuerpo, (el gaditano casi siete veces mayor) sino su personalidad. El gallipolino es divertido, gracioso, humilde, hospitalario . La pesca ha marcado su identidad aunque ahora se ha descubierto como un destino especial para los meses de verano. Como Cádiz, está de moda . En la Ciudad Bella (es la traducción griega de Gallipoli) se divierten antes de la Cuaresma en un sencillo Carnaval , más cercano a las Fallas de Valencia que a las coplas gaditanas, donde queman y dinamitan la figura del personaje de cada año.

Comen erizos, ostras y ostiones ; devoran pescado (en amarillo ambos) y hasta tienen sus propias holoturias, los carajos de mar que también se comercian de manera ilegal por su carácter afrodisiaco. Le azotan los vientos, levante y poniente a la nuez ibérica, el 'scirocco' al tacón itálico . Profundamente católicos, celebran la Semana Santa con solemnidad y respeto, con la carga al hombro aunque de manera menos fastuosa que por estos lares. Sus iglesias de corte bizantino ofrecen un carácter diferente a la heterogénea Cádiz, y poco tiene que ver su Santa Ágata con la barroca y neoclásica Catedral andaluza.

Gallipoli se parte en dos, la ciudad nueva y la antigua , que mantiene la esencia y sólo quedan ligadas por un puente que marca la severa diferencia entre el gallipolino 'pata negra' y el recién llegado. En el casco histórico abunda la piedra porosa como la ostionera, en tal caso denominada 'tufo', y está siendo asaltado por los cruceristas, aunque con un puerto mucho más discreto como corresponde a su dimensión.

La luz del sol, el brillo de su mirada, no esconden el problema del paro. La 'disoccupazione' amarga la temporada ajena a las fechas estivales. Gallipoli siempre presumió de ser de izquierdas, proletaria, aunque durante una época gobernaron los conservadores, de nuevo en la oposición. Y la inmigración en el Estrecho de Gibraltar tiene su réplica en aquellas costas, donde también el mar se traga vidas en pateras.

Al ritmo de la tarantella se pone el sol en Gallipoli, de origen griego y contacto fenicio a través del comercio. Allí atardece más temprano, mientras en Cádiz se alarga la existencia incluso entrada la noche. Marineras, pescadoras, ahora entre unas redes y otras, sorprenden por la semejanza de sus formas y la pureza de su fondo, que cristalizan en esas dos gotas de agua. De agua salada.

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