Papa Francisco: «La Iglesia resplandece cuando es acogedora, libre, fiel, pobre, amorosa y misionera»

Francisco clausura el Año Santo de la Misericordia con los cardenales de todo el mundo

CORRESPONSAL EN EL VATICANO Actualizado: Guardar
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Rodeado de los cardenales de todo el mundo, incluidos don Carlos Osoro y los otros quince nuevos purpurados que recibieron la birreta el sábado, el Papa Francisco ha cerrado solemnemente este domingo la puerta santa de la basílica de San Pedro y ha clausurado el Año Santo de la Misericordia.

Termina el Jubileo, pero su mensaje está llamado a perdurar. Al término de la misa concelebrada en la plaza de San Pedro ante setenta mil fieles en una mañana radiante, el Papa ha firmado la carta apostólica «Misericordia et misera», que será hecho pública mañana lunes, y ha entregado el texto a representantes del Pueblo de Dios.

Los afortunados fueron el cardenal de Manila, Luis Antonio Tagle, un sacerdote de la República del Congo y otro de Brasil, un diácono permanente de Roma con su esposa e hijos, una religiosa de México y otra de Corea del Sur, una familia norteamericana compuesta de abuelos, padres e hijos, dos novios, dos mamás catequistas, un boy scout discapacitado y una anciana enferma en silla de ruedas, a la que Francisco dio cariñosas palmadas en la mejilla.

Comentando la fiesta de Cristo Rey del Universo, el Santo Padre ha hecho notar que esa realeza se manifiesta en la cruz, donde Jesucristo sufrió la misma tentación que en su retiro en el desierto antes de comenzar la vida pública: la tentación de utilizar su poder divino para su propia conveniencia.

También en nuestros días, según Francisco, «la fuerza de atracción del poder y del éxito se presenta como un camino fácil y rápido para difundir el Evangelio», con el peligro de olvidar el verdadero estilo de Jesús, que «no nos ha condenado, ni siquiera conquistado, nunca ha violado nuestra libertad, sino que se ha abierto paso por medio del amor humilde que todo lo excusa, todo lo espera, todo lo soporta».

Volver de nuevo la mirada a ese modo de hacer de Jesucristo lleva, según el Papa, «a redescubrir el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es acogedora, libre, fiel, pobre en los medios y rica en el amor, misionera».

Una puerta «abierta de par de par»

Haciéndose eco de la nostalgia de los peregrinos que abarrotaban la plaza y de tantos millones de fieles en todo el mundo, Francisco ha comentado que «aunque se cierra la Puerta santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo».

Al término de la ceremonia, el Santo Padre ha agradecido la presencia del presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella y a las delegaciones oficiales. La de España estaba presidida por el ministro de Justicia, Rafael Catalá, acompañado del embajador de nuestro país ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y otras autoridades.

Las últimas palabras del Papa fueron de agradecimiento «a las monjas de clausura en la víspera de la jornada de oración por ellas. Os invito a todos a dedicar un recuerdo especial a nuestras hermanas que se dedican solo a la oración, y necesitan nuestra solidaridad espiritual y material».

Después de saludar uno a uno a todos los cardenales, Francisco subió al «papamóvil» para recorrer una plaza de San Pedro desbordante de alegría. Los peregrinos españoles que vinieron para acompañar a don Carlos Osoro en la ceremonia de imposición de la birreta cardenalicia disfrutaron otro momento de entusiasmo, al saludar a Francisco de cerca y compartir su alegría.

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