Grandes viajes

España no queda lejos y hay bastantes católicos

Luis Ventoso

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Si el afable alienígena ET retornase, cayese de cabeza en España y se pusiese a ver la tele, su conclusión sería que ha aterrizado en un país mayormente agnóstico, donde también merece gran atención la fe musulmana. Pero la realidad es otra y tozuda. En el último barómetro del CIS , la encuesta más completa, la mayoría de los españoles no se manifiestan como budistas, mahometanos, ateos o feligreses de la cienciología de Tom Cruise . Lo que declaran espontáneamente el 70,2% de los encuestados es que se sienten católicos. En Mayanmar, la antigua Birmania, la situación es levemente distinta: de sus 55 millones de habitantes solo el 1,3% se identifican con la Iglesia de Pedro. El país es budista. Un vuelo de Roma a Madrid dura dos horas y veinte minutos. Mayanmar, en cambio, cae un poco a contramano: 13 horas de avión. Pero tras cuatro años de pontificado, y por razones que escapan a mis cortas entendederas, el Papa Francisco , que ha viajado a potencias católicas como Sri Lanka, Azerbaiyán, Turquía, Corea del Sur o Jordania, no ha considerado interesante visitar España. Supongo que el país que expandió el catolicismo por el planeta, que se desangró defendiéndolo frente a los luteranos , que ha sido cuna de santos y de órdenes religiosas universales, incluida la del propio Papa, los jesuitas, no es un país tan prioritario para esa fe como Azerbaiyán.

Francisco es por muchos motivos un héroe y ha probado que tiene el corazón en su sitio. Se ha puesto del lado de los pobres, predicando además con el ejemplo de su austeridad personal, y ha dado importantísimos aldabonazos a la conciencia global (véase su inolvidable viaje a Lampedusa tras el naufragio letal de medio millar de inmigrantes). Pero cuando se enreda en política... Es habitual que el Pontífice regañe a Europa Occidental . Se lo dice claro. Nos ha llegado a acusar de haber perdido el corazón. Sin duda los europeos tenemos defectos, pero nuestros países siguen constituyendo un oasis de buen vivir en el planeta, un ejemplo de justicia y protección social. Los toques de atención a Europa se tornan un tanto desconcertantes si luego impera el silencio a la vera del caudillo de la veteranísima y cruda dictadura cubana. Ahora el Papa ha acudido a Birmania, donde el régimen del general Hlaing ha llevado a cabo lo que la ONU califica como «una limpieza étnica de libro» contra la minoría musulmana de los rohingyas. Otra muestra de valor de Francisco, que con su gesto buscaba denunciar una persecución criminal, que ha provocado un éxodo terrible. Pero al llegar allí el Papa se ha reunido con el dictador Hlaing sin decir ni pío en público tras el encuentro y en sus actos ha renunciado a llamar a los rohingyas por su nombre, para inmensa decepción de ellos y de los grupos pro derechos humanos, aunque sí ha encarecido a los birmanos que admitan a todas las etnias.

¿Qué ha pasado? Pues que cuando uno se pone a hacer política se topa con las limitaciones que impone la misma. Resuenan una vez más las palabras evangélicas «Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». O como se diría en vulgo: zapatero a tus zapatos.

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