En defensa del mundo libre

Emergen graves amenazas para Occidente, y no se llaman Trump

Xi Jinping AFP
Luis Ventoso

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Fue una de las declaraciones más cínicas del siglo XX. Salió de la boca de una mala persona : Jean-Paul Sartre. Corría 1954 y el popular pensador francés regresaba a París tras su primera visita a la URSS. «Allí el ciudadano soviético es completamente libre para criticar al sistema», proclamó, en patraña de las que funden los polígrafos. En un esclarecedor estudio de 1992, titulado «Pasado imperfecto», el historiador judeo-británico Tony Judt da cuenta de la obstinada ceguera ante el estalinismo por parte de grandes intelectuales galos entre 1944 y 1956. Personajes de credo marxista tan respetados como Sartre, Louis Aragon, Paul Éluard, Simone de Beauvoir o Pierre Emmanuel, entre otros muchos, se calaron una venda en los ojos ante las purgas de Stalin, el Gulag o la truculenta represión en los países satélites de Moscú . Ya se acercaban los luminosos años sesenta y algunos todavía continuaban elogiando encantados al psicótico tío Iósif.

Pero el libro de Judt da cuenta también de casos de honestidad moral y reconocimiento de la verdad, como Raymond Aron o Breton . Hubo denuncias del error y el terror tan tempranas como la de Camus, o trayectorias tan ejemplares como el del católico y demócrata Mauriac, que estuvo primero contra los nazis y luego, lógicamente, contra las tiranías comunistas.

Hoy cuesta entender -y perdonar- el garrafal y tenaz error de todos aquellos cráneos egregios, supuestos faros de la intelectualidad europea. Impermeables a toda evidencia, denunciaban a EE.UU. como la encarnación del imperialismo, la injusticia, la desigualdad y la colonización cultural; mientras ensalzaban a la Rusia soviética como epítome de igualdad, fraternidad y justicia. Salvando las distancias, aquel juicio embotado parece reencarnarse hoy en muchos intelectuales de izquierda europeos, acusadamente en España. Donald Trump es imperfecto, impetuoso y está mal preparado. A veces incluso promueve auténticas estupideces, como iniciar una guerra comercial, cuando ya en 1776 Adam Smith vaticinó con éxito que el comercio abierto favorecería la riqueza de las naciones. Trump resulta engorroso, pero no pone en jaque los valores de lo que llamamos Civilización Occidental, levantados con enorme esfuerzo desde los días de la Ilustración y cuyo triunfo perpetuo damos imprudentemente por presupuesto. Sin embargo existen caudillos que sí amenazan nuestra forma de vida, y muy abiertamente. Xi Jinping y Vladímir Putin , los autócratas que mandan en China y Rusia, han iniciado una peligrosa carrera armamentística, intrigan en la red de forma activa contra los intereses de Occidente, desde sabotajes a fake news, y en su patio interno aprietan cada día más las tuercas de la represión. Ellos deberían ser objeto estelar de la crítica de los autodenominados «progresistas». Pero solo nos llega silencio ante dos modelos que de triunfar a escala global llevarían al mundo a una era oscura, de terrible regresión. Faltan voces en defensa del mundo libre, en especial entre la despistadísima izquierda española, que no sabe ni distinguir a un moscardón zumbón de una araña viuda negra.

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