Opinión

Oh Finlandia

Los mejores ratios del mundo, ¿pero se vive mejor que aquí?

Luis Ventoso

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Oh, Finlandia. Leo en un periódico británico de fuste una loa entregada al pequeño país escandinavo, de 5,5 millones de habitantes. El reportaje habla del paraíso, la nación «más segura, feliz y libre», también la mejor gobernada. Líderes mundiales en independencia judicial, la Policía más fiable, las segundas empresas más éticas del orbe , terceros en igualdad de género. Una educación pública de élite, con resultados sobresalientes en todos los escalafones internacionales. Una red ejemplar de protección social. En resumen: comparados con Finlandia, los de por acá somos unos marmolillos, un país problemático y rezagado, que tiene muchísimo que aprender del Shangri-La nórdico.

El siempre lúcido Guy Sorman ha explicado en ABC que medir el nivel de vida de los países solo por su PIB puede conducir a error. Existen otras variables que marcan el bienestar y la felicidad de las personas. Me acordaba de su observación mientras leía los panegíricos sobre Finlandia. Se da la casualidad de que por motivos familiares sé de personas que viven allí, chicas finlandesas de padre español . Sucede algo curioso: esas chavalas finesas están ansiosas por pirarse del paraíso e instalarse en la supuestamente caótica España, donde simplemente se sienten más felices.

Finlandia es un país ejemplar, resulta innegable. Han alcanzado gran prosperidad material en un entorno geográfico hosco. Lograron la independencia de Rusia a finales de 1917 y hace 150 años padecieron lo que denominan «La Gran Hambre» de 1866-68. El tiempo fue todavía más crudo de lo habitual y arruinó todas las cosechas. El Gobierno rechazó endeudarse para importar alimentos y agravó la catástrofe. El 8,5% de la población murió de hambre; en algunas comarcas se llegó al 20%. Superada la Edad Media, ¿recuerdan una tragedia similar en la historia de España, con la décima parte de los ciudadanos muriéndose literalmente de hambre? Ni en nuestra posguerra pasó algo así.

¿Se mudaría usted al paraíso finés? Piénselo un minuto. Los españoles disfrutamos de un clima benigno y pródigo en luz. En Helsinki en diciembre es noche a las 3.15 de la tarde y la temperatura media es de -4 grados. En abril todavía están a solo cuatro grados. Inviernos eternos y deprimentes . Nada más obvio en España que charlotear (a veces incluso demasiado). No sucede así en Finlandia, donde dirigirle la palabra a un desconocido en un ascensor, o en una cola, lo sumiría en una incómoda zozobra. Hacer amigos se torna muy difícil y las relaciones sociales superficiales son tan gélidas como el tiempo. Allá en el paraíso las tasas de alcoholismo y suicidio son problemáticas. La esperanza de vida de los varones está en 77,5 años, frente a 80,3 de un español. Ellas viven 83,5, dos años menos que las españolas. Salir con el coche en invierno obliga a todo un zafarrancho. Prácticas sociales como callejear de vinos en otoño e invierno resultan ciencia ficción. Por último, una sorpresa educativa: cuando se escolarizaron en España, mis finesas se toparon con una educación bastante más exigente y profunda que la que conocían, sobre el papel tan puntera. Algún día dejaremos de escupir sobre nuestro país.

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